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CAROLINA GARCÍA
Lunes, 14 de abril 2014, 11:48
Sandra y Trufa se conocen desde hace siete meses. Pero Sandra García no sabe que su nueva amiga es una perra de tres años, de raza labrador y color chocolate. Sufre una parálisis cerebral con alteración de la conducta. Está internada en el centro residencial Aspace en Latores y tiene 42 años. Hasta que esta perra llegó a su vida su mundo era muy pequeño. Podía pasarse el día entero con las manos delante de su cara, agarrotadas, como en posición de defensa, la cabeza hacia abajo y gritando para calmar su ansiedad.
Todo eso está cambiando. Por primera vez en 42 años ha conseguido elevar su mirada más allá de su pecho y estirar su brazos para buscar a Trufa. Es el resultado de un trabajo duro que lleva a cabo el veterinario Juan Luis Pellitero junto a un perro de apoyo. Se trata de una terapia de intervención en casos de parálisis cerebral de adultos asistida por perros que desarrolla la empresa Integra Programas Terapéuticos. «Está dando muy buen resultado. El de Sandra era un perfil muy difícil y estamos muy contentos», explica Pellitero. A Trufa también se le ve cómoda. Aguanta sus apretones (reflejo de su ansiedad) y ha conseguido estimular a Sandra con sus movimientos.
Son sesiones de dos horas que arrancan con la perra sobre una camilla. Nada más llegar Sandra empieza a lamer sus manos y, poco a poco, ella responde. Comienza a abrirlas y deja de gritar. El tiempo que pasan juntas apenas se le oye. Casi siempre está en silencio y a veces mueve la cabeza dando a entender que le gusta. Con Trufa está tranquila, «le resulta un elemento muy agradable». Tanto, que incluso busca sus besos aunque no puede dárselos porque no está permitido. Lo que hacen con Sandra es una terapia que forma parte de un programa instaurado por el ERA que, desde hace dos años, la empresa Integra Programas Terapéuticos llevaba a cabo en 35 centros asturianos. Desde entonces no cesa de dar buenos resultados. Ahora Sandra puede pasar una hora sin moverse con sus manos extendidas sobre el lomo de Trufa. «Su calor y su latido le llegan al cerebro y le resultan muy agradables». El cambio de comportamiento llama la atención entre los trabajadores del centro. Ha reducido su grito y su costumbre de agarrar y apretar con fuerza cualquier cosa o a cualquier persona. Esa es su manera de llamar la atención. «Antes su nivel de atención ante las cosas era cero y ahora sabe que tiene dos horas a Trufa para ella sola y no se cansa».
Y si con Sandra funciona la compañía de una perra, en el Centro Ecuestre El Asturcón trabajan la terapia con caballos. La mayoría son niños. Este jueves, como cada semana, Tomy esperaba a Antonio, un niño de cinco años. Es un pony blanco, «el preferido de muchos pequeños», con el que trabaja de forma individualizada Constantino Menéndez, psicólogo y coordinador del equipo terapéutico de Equitación Positiva, asociación que desarrolla este proyecto desde 2003. Cada caso (el año pasado trataron a más de 200 niños) requiere una especificación. Los hay que necesitan montar a caballo para estimular y fortalecer el tronco y el control cervical, y los que requieren otro tipo de estimulación y «cuidan y cepillan» al animal.
En el centro trabajan nueve personas y ya son 142 socios. Hay diez caballos. Su presidenta, Charo Loy está convencida de sus logros. Los beneficios son muchos y los padres los ven día a día: «Es una terapia rehabilitadora. Saca el 120 por ciento de los niños». La asociación mantiene un convenio con el Ayuntamiento y recibe la colaboración de distintas entidades. Con la crisis han descendido los apoyos, por lo que Loy hace un llamado de ayuda. Tienen en marcha un campamento de verano (ya van por el sexto año) y tiene lista de espera, una gala para el verano, y muchos planes para los más pequeños.
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