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Sábado, 12 de abril 2014, 04:28
Jesús López González era conocido en Avilés como 'Jesús el rulero'. Fue uno de los socios fundadores de la primera cofradía de pescadores de la villa, y «siempre peleó por defender los derechos de los pescadores», recuerda ahora su hija, Victoria López Fernández, a la que todos conocían en la rula, donde trabajó 49 años desde 1956, como 'Lolina la rulera', por su madre y su padre.
Su padre, fallecido en 1980, fue trabajador de la rula durante 50 años, «se jubiló con 70 años y con 77 ya murió», y a pesar de que «solo pudo acudir a la escuela hasta los nueve años», dejó documentado, con su puño y letra la fundación de esa primera cofradía, los cambios y los avatares que tuvo que atravesar la sociedad, a la que pilló la Guerra Civil cuando estaban en plena expansión. Su hija ha recuperado esos papeles «por si pudieran ser de interés», y aunque asegura que «los originales tienen que estar guardados por la cofradía», el valor sentimental es incalculable. «Además, mucha gente no sabe esto, cómo empezó la cofradía y cómo era entonces, y es muy interesante». Para López, aquella cofradía nada tiene que ver con la figura actual de la entidad, «se ha perdido toda la parte de la beneficencia y ayuda a los pescadores y ha pasado a ser una empresa», expone.
Aquella primera cofradía fue inaugurada el 19 de julio de 1919, y «estaba centrada en las cosas sociales, daba tres pesetas diarias a los enfermos, había médicos y escuela para los marineros y practicantes, y todo esto se ha perdido». Su padre recoge en aquellos documentos -que empezó a redactar en el mes de abril- a quién le deben los pescadores la construcción de las primeras 90 casas en lo que posteriormente sería el poblado de El Nodo, y cómo se construyeron después 90 más y «hasta cuatro bungalows en Perlora, que yo llegué a poder disfrutar con mis hijos durante algún verano, animada por mi padre que me decía que nos fuéramos también».
«Los comienzos fueron dificilísimos, pero la fuerza pescadora de nuestra clase se impuso en esta sociedad, que era meramente benéfica y cultural», recogía el rulero. En 1921, sin sede social, «contaba con las secciones siguientes: médicos y medicinas, una escuela de orientación náutico-pesquera y un socorro de 3 pesetas diarias para todos aquellos que tuvieran la desgracia de ponerse enfermos». En 1926, más fortalecidos, Victoriano Fernández Balsera cedió los terrenos necesarios para el domicilio social y la actividad continuó hasta que fue interrumpida por la Guerra Civil.
«Mi padre fue el primer rulero en los terrenos de las naves de Balsera, y ya decían los pescadores vascos y gallegos que era muy claro y tenía muy buena voz, y eso que no quería, y tuvo que hacerse porque se lo pidieron». El problema es que el cargo suponía «estar todo el día allí, yo me acuerdo de llevarle café por las mañanas e incluso algunas veces la cena, o ir de la mano de mi madre, siendo yo pequeña, porque estaba en el cuarto que tenía con el otro rulero, primero Rogelio y luego Eugenio Jiménez». La rula «no cerraba, ni siquiera los domingos, y los primeros barcos llegaban de madrugada, venía mucha merluza de Irlanda por las noches», recuerda López. Su padre, para vender el pescado «nunca apuntaba, y ahora hay hasta relojes».
Jesús, a pesar de ser cumplidor en el trabajo y tener la oportunidad de trabajar en Ensidesa -«que rechazó porque nos echaron de la casa, donde el puente de San Sebastián»- siempre «quería pescar, y cuando estaba libre de la rula sí que salía con la lancha», recuerda. Tuvo dos, Iris la primera e Isis la segunda, «porque siempre estaba muy interesado en las cosas egipcias, y también en cuestiones religiosas a pesar de que no era él mucho de ir a la iglesia». Según su hija, las aficiones de 'Jesús el rulero' se debían a «la cantidad de libros que tenía, era, como se suele decir, 'listo de leer', y se hizo una biblioteca muy importante». «Él era muy competente en el trabajo, y era muy recto, aunque era raro de carácter, y siempre destacó por su defensa de los pescadores», recuerda su hija, que coincidió trabajando con su padre algunos años. Ella fue primero telefonista, durante 25 años, y luego auxiliar de caja durante 24, «pagando a los barcos y cobrando a los que venían a comprar, pero como auxiliar», indica.
Etapa después de la guerra
Tras la Guerra Civil retoman la actividad y la cofradía sufre los primeros cambios. «Se compone la directiva, que en lo sucesivo estaría integrada por armadores, conserveros y prácticos del puerto, perdiendo nuestra casa, con esta orden, todo el carácter pescador con el que fue creada». El primer presidente iba a ser «Jesús López Foral, que no llegó a Asturias por intrigas inconfesables, sustituyéndole Antonio Cuervas-Mons y Díaz de Quijano». Jesús López recogía en sus documentos que «entre este señor y un servidor, que era representante de los pescadores por mandato de Ulpiano Bango, hicimos todo género de gestiones para reunir al mayor número posible de pescadores», pero se encontraron con que «habían sido desplazados hacia los campos de concentración, cárceles y bastantes de ellos a los cementerios, y nunca se supo el por qué, siendo nuestros pescadores, al igual que nuestra sociedad, totalmente apolíticos».
Victoria López recuerda ahora que Luis Caso de los Cobos «fue el que quitó de trabajar los domingos más o menos en el año 50, para que se pudiera descansar, porque hasta entonces la rula solo cerraba por Navidad y en Año Nuevo».
Su padre, en estos documentos, menciona a diferentes gestores y responsables de la Cofradía de Pescadores, y con distinto recuerdo. «Hablaba maravillas de Emilio Cortés, que era secretario y era el presidente del Instituto Social de la Marina en 1962, cuando la galerna, pero trabajaba en la cofradía». El agradecimiento a Cortés es casi eterno, a la altura del que le profesaban a Belarmino Menéndez, que ejerció como su secretario, y que consiguió las primeras 90 viviendas del poblado de pescadores.
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