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GUILLERMO F. BUERGO
Miércoles, 5 de febrero 2014, 02:12
Si nadie lo remedia, en menos de 24 horas el matrimonio formado por Ángel Tomás González Martín, de 38 años, y Soledad Dávila Maldonado, de 32, junto con sus hijos Ángel y Javier, de cinco y dos años, respectivamente, tendrán que vivir y dormir en la calle. La familia fue visitada por el infortunio el pasado 29 de enero cuando, a las 16.30 horas, se incendiaba la casa en la que vivían de alquiler en la localidad parraguesa de Santianes de Tornín. Lo perdieron todo, se quedaron con lo puesto. Sólo tienen a su nombre el teléfono móvil y un viejo Citroën Xsara que lleva recorridos 250.000 kilómetros. Y «doy gracias a Dios que me ha regalado dos hijos porque si el incendio hubiera sido de noche las consecuencias personales podrían haber sido mucho peores», valora Ángel.
Desde Madrid, Ángel y Soledad llegaron a Cangas de Onís el pasado 3 de septiembre con «ganas de luchar y la ilusión de emprender un proyecto familiar buscando bienestar y calidad de vida para los niños». Unos meses antes, Ángel había perdido la concesión municipal para continuar explotando el bar del polideportivo y la piscina del Ayuntamiento de Ciempozuelos. Antaño, cuando las cosas les iban muy bien, habían veraneado cinco años en la localidad canguesa de Tornín, se enamoraron de su desbordante naturaleza y desde allí querían iniciar una nueva aventura. Alquilaron una casa de dos plantas en la otra orilla del Sella, en Santianes de Tornín, un pueblo que pertenece a Parres.
Soledad trabaja en la hostelería, a media jornada, y «con las propinas saco unos 600 euros al mes». Ángel está apuntado al paro y «no cobro prestación porque era autónomo». Tras el incendio, recibieron ayuda del Ayuntamiento de Parres: «Nos pagan el alquiler de un apartamento durante una semana, hasta el mediodía del jueves, y nos dieron 500 euros». El problema, otra desgracia, es que Ángel perdió los 500 euros.
Entregar las llaves
«El jueves se nos acaba el plazo y tenemos que entregar las llaves del apartamento», insisten. Durante los últimos días buscaron «una casa de similares características en los pueblos de alrededor pero no la encontramos». La que se incendió era un chollo: «Pagábamos 280 euros al mes, libres de comunidad, gas y agua, como ocurre en los pisos». Y ayer tuvieron que volver a la dura realidad de intentar encontrar un piso: «Vimos uno amueblado pero sin menaje ni ropa de cama ni electrodomésticos. Nos piden 350 euros de renta, otros 350 de fianza y 350 de comisión para la agencia inmobiliaria». Y eso «no lo podemos pagar».
Por turnos, a dúo, y en un largo monólogo, Ángel y Soledad opinan que «la situación es muy difícil pero tenemos que seguir luchando. Nos mudamos para evitar el follón de Madrid y recibimos un estacazo. Además, a causa de la presión y la ansiedad vivimos enfados frecuentes en el seno familiar y siempre lo acaba pagando la persona que tienes al lado. Aquí tenemos amistades pero no muchas. De la solidaridad no nos podemos quejar y si no recibimos más ayuda es porque la gente no puede. Los recursos son limitados en época de crisis».
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