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ALBERTO PIQUERO
Sábado, 1 de febrero 2014, 13:04
No es la primera vez que Sergio Gayol, director de Teatro del Cuervo, aborda la obra de Antón Chéjov. Ya lo hizo con una versión de 'La gaviota', que obtuvo el Premio Teatro Jovellanos. Y en ambos casos, la destilación ha resultado exquisita, por esencial e inteligente, desprendiéndose de las revueltas discursivas propias de la dramaturgia decimonónica y conservando el magisterio del autor ruso.
Con una escenografía que en los trabajos de Gayol tiende a la sugerencia, a la geometría limpia, cinco sillas de metacrilato y un linóleo blanco en el suelo, sobre el que se reflejaban decenas de focos, haciendo de la luz -a cargo de Eduardo Espina- una protagonista más de la función, 'Qué te pasa, Iván' embarcó al público, que llenó el patio de butacas -lo que tiene ser profeta en la tierra-, en una historia de aristas existenciales y ecos posibles en nuestra época. Ivanov, Iván (encarnado por Jorge Moré) es «un viejo a los 40 años», que acaso encontrara reflejo en las generaciones perdidas en nuestros últimos tiempos. Atraviesa el trance de la enfermedad de su mujer, Ana (Ana García), y se asoma al sinsentido de la vida, en esa atmósfera chejoviana que al ojo poco avisado le puede parecer insustancial y, sin embargo, revela la hondura de nuestros precipicios.
Alrededor, la joven enamorada de Iván, Sara (Isabel Marcos), el padre de Sara (Mario Alberto Álvarez) y el doctor Juan (Alejandro Hidalgo). El mundo, sus emociones y dudas -Chéjov era más amigo de las preguntas que de las respuestas- en el microcosmos de cinco personajes.
Excelentes interpretaciones, que sin ponerse estupendos comparativamente, Actor's Studio y esas cosas, tienen su territorio acotado en la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias y en el proyecto de la propia compañía, que ha elaborado un corpus teórico de práctica magnífica sobre las tablas, The Crow Project.
A destacar asimismo el apartado musical de fondo, que junto a temas célebres, como 'Ne me quitte pas' o 'La vie en rose', creció con piezas espléndidas de Carlos Martínez. Ovación más que merecida para un Chéjov redivivo.
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