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José Manuel López Solís, propietario de Las Cubas, ayer en su local. :: SERGIO LÓPEZ
Las Cubas despide una época
AVILES

Las Cubas despide una época

José Manuel y Maribel se jubilan y cierran el bar que aupó el éxito de La Ferrería

C. DEL RÍO

Sábado, 4 de enero 2014, 12:01

Las Cubas, el bar de la calle de La Ferrería, punto de encuentro de la juventud durante más de tres décadas, echa el cierre. José Manuel López y María Agustina González 'Maribel' se jubilan y despiden treinta y tres años de trabajo con una «enorme alegría». Los tiempos han cambiado y los treinta metros de largo del bar que durante los ochenta y los noventa estuvieron atestados de jóvenes, ahora ya no son ni sombra de lo que fueron.

El bar de la mistela y el ribeiro, las cucarachas y los cerebritos, las patatas bravas, los calamares y los bocatas de tortilla, fue capaz de revitalizar una calle de capa caída en los primeros años de los ochenta. La movida estaba entonces en los alrededores, en la vecina calle del Sol, o en el Dulcinea de la plaza de Carlos Lobo. José Manuel y Maribel vieron en el traspaso de Las Cubas en diciembre de 1980, un estrecho local abierto dos años antes, la oportunidad de ganarse la vida. Nunca habían trabajado en la hostelería, de hecho ella era modista, pero fue tal la ilusión con la que se pusieron al frente del negocios, a pesar de las reticencias de ella, que han sabido adaptarse a los tiempos con sorprendente deportividad y vivir de él hasta que ya no ha dado para más.

Sin dramatismos. José Manuel y Maribel han tenido la suerte de trabajar una época dorada y con su ocaso supieron adaptar horarios y condiciones. Así, mientras durante 27 años abrieron de lunes a domingo con solo dos semanas al año de descanso primero, y tres después, decidieron afrontar los últimos seis años con mentalidad práctica, abrir solo los viernes y sábado, los días en los que acude su clientela. Ha sido esta, además, la que ha marcado la pauta del local, indicando combinados y pidiendo nuevos sabores en la extensa carta de licor. Cientos de jóvenes que por un módico precio podían comer unas tapas y beber la famosa mistela, de la que llegaron a vender cincuenta litros a la semana y que en los últimos años se había dejado de comprar porque se perdía.

En el relato de José Manuel no hay nostalgia ni tristeza. No cambiaría por nada su trayectoria hostelera. Es muy sacrificada y «destroza las piernas por las muchas horas que se pasa de pie», pero le ha permitido conocer a «buenísimas» personas al otro lado de la barra. Claro que, advierte, «un cliente malo te estropea una tarde con veinte buenos».

La pareja volverá a cerrar la puerta de Las Cubas este fin de semana pero para no volver a abrirla. Atrás quedarán las seis mesas del fondo, la larga barra y las fotografías y los detalles de asturianía que decoran las paredes. Ahora toca descansar. «La hostelería no da tanto dinero como cree la gente, lo único es que no te permite gastarlo», apunta José Manuel.

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