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Fusilamiento de Lorca, (Marina Pardo) en las proximidades de Ainadamar. En el suelo, el maletilla Marc Scala. :: ÓPERA DE OVIEDO
Pasión fría ante la muerte de Lorca
Cultura

Pasión fría ante la muerte de Lorca

Una hábil dirección de Luis de Tavira salva un libreto poco cuajado que se apoya en una música entre la fusión y el simple pasticheEl Campoamor recibió con aplausos de cortesía el estreno de Ainadamar, la ópera de Golijov

RAMÓN AVELLO

Lunes, 9 de diciembre 2013, 10:08

El teatro Campoamor estrenó ayer 'Ainadamar', la ópera compuesta por Osvaldo Golijov con libreto de David Henry Wang, en una versión coproducida por el Festival de Música y Danza de Granada, el Festival Internacional de Santander y la Ópera de Oviedo. Con esta ópera, que en la noche de ayer llenó el aforo del teatro, la temporada ovetense representó, por primera vez en el Campoamor una ópera escrita en el siglo XXI.

Ainadamar, palabra que significa en árabe «la fuente de las lágrimas», es una ópera inspirada en la vida y muerte de Federico García Lorca a través de la evocación que de ella hace la actriz Margarita Xirgu. Recuerdos cruzados de Margarita Xirgu, el personaje central de la ópera, sobre sus relaciones teatrales y de amistad con el poeta granadino conforman un texto a caballo entre el ripio y el tópico. La fuerza y el simbolismo que podría tener la figura de Lorca, además de literato todo un mito de la tragedia española del siglo XX, se desvanece precisamente a causa del libreto endeble y poco conseguido de Henry Wang.

Parte de la mediocridad del texto se salva por la atractiva dirección escénica de Luis de Tavira. Apoyado por un diseño cinematográfico, con imágenes atractivas, algunas históricas, consigue animar y dar cierta verosimilitud a la ópera. Una especie de teatrillo central se asocia al juego pirandeliano del teatro dentro del teatro, muy presente en la escena.

Todo ello se enriquece con una iluminación y escenografía sugerente de Philippe Amand, que cuando no cae abiertamente en una especie de pseudo religiosidad 'kitsch', por ejemplo en algunas de las escenas finales, poseen un encanto poético como si fuesen imágenes fragmentadas de un sueño recurrente.

'Ainadamar' es una ópera mestiza, de fusión y cruce entre varios estilos. Esto tiene un aspecto positivo, que acerca la música a un lenguaje sin fronteras y algo negativo, que a veces se puede caer en el pastiche y la falta de originalidad. Entre los géneros, predominan el flamenco, el son cubano y alusiones cinematográficas que a mí me recuerdan a la música de algunas películas de Morricone.

En esa variedad estilística, a la que hay que señalar la utilización de música concreta -grabaciones de sonidos como el agua-, música electrónica y una amplificación no del todo equilibrada, radica la dificultad de la interpretación y control de la partitura por parte del director.

Corrado Rovaris, familiarizado con la OSPA en óperas como 'Peter Grimes' , 'Don Carlo' y 'La Traviata' recreó una versión con claridad en los acentos rítmicos, pero algo desequilibrada entre voces y foso, sobre todo en la primera escena. Correcto el coro de voces blancas de la Ópera de Oviedo, que interpreta con perfecta afinación lo que podría ser el leitmotiv de la obra. El romance «¡Ay que día tan triste en Granada/ que a las piedras hacían llorar...»

Un aspecto esencial de 'Ainadamar' es la introducción y el protagonismo del flamenco en la ópera. Ese protagonismo está cincelado por la coreografía de Stella Arauzo y por la Compañía de Antonio Gades, familiarizada con obras de Lorca como 'Bodas de sangre', y óperas como 'La vida breve' de Falla. La coreografía y el ballet, muy aplaudidas por el público, fueron uno de los aspectos más meritorios de la representación. Hondura en el gesto y belleza y expresión en los movimientos. Una de las escenas más sobresalientes del ballet fue el número de los telegramas azules: «Madre cuando yo me muera, que se enteren los señores, pon telegramas azules que vayan del sur al norte».

Entre los protagonistas, el cantaor Alfredo Tejada representa con garra y furia a Ruiz Alonso, el causante de la muerte de Lorca. Aunque el flamenco se asocia más al lamento, Tejada provoca, con su canto rudo y algo «afillado», la furia y la violencia.

Pese a la presencia de una música electroacústica, la amplificación -que salvo para el cantaor y algunos instrumentos no debería ser necesaria- restó encanto y veracidad a las voces. La soprano Elena Sancho Pérez, a quien escuchamos recientemente en el segundo reparto de 'Don Pasquale' interpreta a una Nuria, la discípula de Margarita Xirgu, con una discreta calidad vocal, no exenta de belleza en el terceto final.

Más forzada estuvo Marina Pardo, travestida en Lorca. Tal vez se intenta plasmar, siguiendo la tradición del 'querubino' mozartiano, la espontaneidad y la eterna adolescencia de la personalidad de Lorca, un hombre que, por otra parte, poseía una voz grave.

Por su parte María Hinojosa, a la que apenas se le escuchó en la primera escena, interpreta a una Margarita Xirgu con más fuerza dramática que vocal.

Como valoración final, la ópera, pese a aspectos positivos como una música fácil de asimilar, funcionó más como espectáculo que como una ópera breve. Al final, el público aplaudió con más cortesía que emoción.

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