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Aquiles Tuero de Rovigo, con el Cantábrico al fondo y la mirada en Nueva York. :: PURIFICACIÓN CITOULA
«No me importa que me llamen fantasma»
GIJÓN

«No me importa que me llamen fantasma»

«La primera vez que hablé en público de Los Tres Tenores fue en el 83 en Nueva York, cenando con el ministro de Exteriores Fernando Morán» Aquiles Tuero de Rovigo Promotor cultural

EVA MONTES

Domingo, 24 de noviembre 2013, 11:39

Entrelaza el asturiano, el castellano y el inglés con la misma naturalidad con que utiliza los tacos, maneja fechas y recuerda nombres. Como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si este hombre larguirucho, bueno, cosmopolita, hipocondriaco y bohemio, hijo de los años 40, se hubiera criogenizado en cada uno de los capítulos de su vida, como si hubiera grabado en el alma cada momento, cada cita o cada mano que estrechó. Ahora Aquiles ya no es Aquilino. Ni Aquiles García Tuero. Es Aquiles Tuero de Rovigo, en honor al barrio de Quintueles donde dejó la herencia que se llevó su aventura americana. Pero no se arrepiente. Ese primo neoyorkino que todos quisieran tener se levanta de cada caída y maneja la gloria y la quiebra con igual soltura. Pero aún le queda la última mano: el Teatro de España y las Américas en Brooklyn. Es su obra. Su vida. Lo que hará que todo haya merecido la pena.

-Una vida intensa y azarosa la suya.

-Cuando trasciendes todas las estructuras, desde el campesinado, donde nazco, el colegio de curas, la escuela de Peritos, la Polifónica, la Universidad, Madrid, Nueva York... Te metes en unos medios tan dispares que luego está tirado que ocurran cosas.

-Pero de Rovigo a Nueva York hay un trecho.

-Eso es fruto de la forza del destino, aquí no hay razón mecánica, razón dialéctica, que diría don Carlos Marx. Porque ¡quién coño iba a decirme a mí que con dos años y medio iba a venir con mis tíos a vivir a Gijón y que me iba a quedar para siempre! Que iba a ir al Blancanieves, al Corazón de María, que iba a estudiar peritaje, que no me interesaba... Lo que me tiraba era el canto, aunque sabía de que no iba a cantar, porque tenía muy buena voz, pero conocía mis limitaciones. Yo soy muy bohemio, pero tengo una capacidad de autocrítica tremenda. Puedo engañar a los demás, pero a mí mismo, imposible.

-¿Fue eso lo que truncó su carrera lírica?

-Decidí coger los bártulos e irme a Madrid a estudiar canto. Un día, en el 68, el maestro Sorozábal me hizo una prueba y me fue bien, pero entonces me subió un tono y yo hasta el si bemol llegaba de cine, pero tenía que dar el do y, bueno, el do lo daba en los días de fiesta y en los primeros viernes de mes. Y cuando lo hacía me temblaba la cabeza, y ¡soy muy hipocondriaco, joder! así que un día mi maestro Miguel Barrosa me dijo: 'Usted tiene una voz espléndida y puede llegar a la escala, pero tiene una mente que es una folía'. Allí se paró mi carrera musical y empecé a centrarme en Políticas.

-¿Por qué Políticas?

-Porque entonces en Madrid sólo podías hacer Políticas o Caminos, y Caminos era imposible. Tenía que ser universitario, porque un día me encontré con un cura del Corazón de María, Tomás Lamillar, y me dijo: 'Acabamos de inaugurar un colegio mayor, el Alcalá, ¿por qué no vienes a organizar las actividades culturales? Te buscamos una beca de la Fundación Pepín Fernández y haces Ciencias Políticas.' Por eso fue.

-Momento mágico, por cierto, porque si hoy es promotor cultural es gracias al Colegio Mayor Alcalá.

-Desde 1969 por aquel colegio mayor pasó gente que influyó mucho en mí. Yo di el primer ciclo de conferencias con Tierno Galván, sobre el prefascismo, en enero del 69, cuando aún no le habían dejado volver a dar clases. Por allí pasó todo tipo de gente y desde allí creé la Asociación de Amigos de la Música de la Universidad de Madrid, que luego fue una federación que tuvo 25.000 miembros en España. Mi paso por el Alcalá me generó una inmersión en la vida cultural y política, sólo que yo me exoneré de pertenecer a ningún partido. Pero gracias a Políticas leí 'El humanismo imposible' y 'La ética protestante y el espíritu del capitalismo' que, luego, al llegar a Nueva York, me hicieron entenderlo todo. El trabajo no es una condena del pecado original, que es lo que nos imbuyeron desde un punto de vista nacionalcatólico, el trabajo es una felicidad y ganar dinero, también. El que gana dinero no es un hijo puta...

-Quizá no sea el mejor momento para esgrimir esa tesis.

-Sé que puede generar expectativas indeseables para mi persona, pero me importa un bledo, porque lo importante es que el que gane dinero sea capaz de crear riqueza. Además, ¿a qué tenía que ir yo a la Facultad de Políticas para entender la ética del espíritu del capitalismo, si mi güelu, con 94 años, iba con la guadaña a ver los eucaliptos y los pinos pa ver si tenía que quitái les cotoyes? El humanismo imposible me hizo tener facilidad para entenderme con gentes de las más diversas ideologías.

-De todas formas, lo que fue siempre fue un visionario cultural.

-Tenía impulso, instrumentos, amigos de todas las facciones. Eso me dio experiencia en un territorio nada fácil. Ten en cuenta que el 13 de febrero de 1975 llevé la guitarra flamenca al Teatro Real por primera vez. Era un sacrilegio. En noviembre del 72, a los monjes de Silos, la única vez que salieron del monasterio. Hace 41 años. Yo siempre traté desde la sociedad civil de echarle un pulso al Estado. Por eso cuando el Estado me hizo ofertas nada despreciables, y en momentos complicados, las rechacé. No hay como tener una o dos quiebras para ser un buen empresario. Ésa es la versión americana. Porque la quiebra socialmente está mal vista y pone a prueba la capacidad de un individuo de saber de qué material están hechos sus genes, y yo tengo un componente utópico que aprendí de Tierno y de Tomás Moro. Cuando te llaman fantasma lo hacen de forma peyorativa, pero ser fantasma es lo más cercano a la utopía y la utopía es el motor del cambio.

-Veo que sabe que más de uno y más de una vez le han llamado fantasma.

-Me llamaron y me llaman. Estoy encantado. Leí a Alejandro Magno y lo más importante de él no era su habilidad para ganar batallas, sino su capacidad para que los pueblos conquistados se unieran a su causa. Llegará un momento, como diría mi güela Dios lo quiera, en que los que puedan decir que soy un fantasma tendrán que decir que soy el fantasma de la ópera, que es un musical maravilloso. Soy consciente de eso, lo que pasa es que la realidad supera siempre la ficción.

-Pero en el fondo a usted siempre le han dado en el mismo lado.

-Desde el 2925 de Saint Moritz he recibido a todo cristo en Nueva York sin poner el cazu. A amigos, a particulares, a instutuciones, Aires de Asturias desfiló por la Quinta Avenida... Hace 30 años llevé a la plana mayor de la música española a las Naciones Unidas: Carreras, Caballé, Alicia de la Rocha... Y me quisieron pagar como si hubiera hecho una gestión, así que me quedé sin cobrar. Yo pienso que siempre he tratado bien a la gente de aquí.

-Es el creador de Los Tres Tenores y de la ópera Cristóbal Colón y le quitaron las dos autorías.

-La primera vez que hablé públicamente del proyecto de Los Tres Tenores fue en septiembre de 1983 y estaba presente Fernando Morán, entonces ministro de Exteriores. José (Carreras) invitó a cenar a un restaurante

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