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REDACCIÓN
Viernes, 4 de octubre 2013, 02:11
«Los recortes económicos y las penurias políticas no permitieron en el bicentenario de su muerte en 2011 reivindicar en condiciones los valores que representó, que no son otros que los que encumbró la Ilustración». Juan Luis Cebrián, periodista y escritor glosó la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos en una conferencia, organizada por la nueva dirección del Ateneo Jovellanos presidida por Álvaro Muñiz. Bajo el título 'Jovellanos y el valor de la Ilustración' el periodista recorrió la figura vital del jurista y político gijonés y reivindicó «su rebeldía tranquila para afrontar hoy en día muchos de los problemas que acechan a una España con síntomas parecidos a los de su época. Los viejos fantasmas de los españoles siguen todavía muy vigentes».
En su intervención Cebrián, que estuvo acompañado por Muñiz y el catedrático de Lengua y Literatura y miembro de la Junta Directiva del Ateneo, Fidel García Martínez, hizo un repaso a su discurso de ingreso en la Real Academia de las Letras que giró en torno al prócer. Cebrián ocupa desde hace tres lustros el sillón 'V' mayúscula de la RAE el mismo que ocupó Jovellanos desde 1781 hasta su muerte en 1811. «No fue un revolucionario sino un reformador que padeció en sus propias carnes el drama de las dos españas», aseguró el periodista. En su sucinto repaso a una vida tan ancha como la del prócer, Cebrián se detuvo en su destierro a Mallorca, primero al monasterio de la Real Cartuja de Jesús de Nazaret y luego a la prisión del castillo de Bellver, «convirtiéndole en el preso político más famoso de España. Nunca fue juzgado, ni siquiera supo de que se le acusaba», dijo.
Entre los muchos valores que el político gijonés aunaba Cebrián destacó su «incipiente feminismo, su honestidad sin reparos, aunque en su época fuese acusado de corrupto y un hombre que tuvo que vivir con ambigüedad su tiempo. Católico ferviente, fue perseguido por la Inquisición, monárquico y traicionado por su rey. Romántico en la literatura y racionalista en la política». dijo.
Para concluir el académico destacó la defensa que el prócer hacía de la educación pública «sin esta -decía- la igualdad de oportunidades es una farsa» y recordó que «nuestra sociedad necesita hoy más que nunca guiarse por criterios firmes asentarse en valores firmes y seguir a líderes fiables como representaba el prócer».
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