Borrar
El salón de actos del Centro de Cultura Antiguo Instituto se llenó para la primera conferencia del XV aniversario de la SIBI. :: BILBAO
Carlos López Otín: «En nuestra época, cada día dura 29 horas»
Sociedad

Carlos López Otín: «En nuestra época, cada día dura 29 horas»

El bioquímico abrió la conmemoración del XV aniversario de la SIBI, con la conferencia 'Las claves del envejecimiento y la longevidad'

ALBERTO PIQUERO

Miércoles, 4 de septiembre 2013, 05:58

Se inauguraron las jornadas que conmemoran el XV aniversario de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), presentadas por el presidente de su Comité Científico, el doctor Marcelo Palacios. Estaba prevista asimismo la comparecencia de la alcaldesa de Gijón y presidenta de la SIBI, Carmen Moriyón Entrialgo, quien excusó su asistencia por formar parte del jurado del Premio Príncipe de la Concordia, acudiendo en su delegación el portavoz de la Junta de Gobierno, Rafael Felgueroso Villar. Entre el público, el expresidente del Gobierno del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces, y la exalcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso. El éxitodel acto quedó de manifiesto por la nutrida concurrencia, que colmó el salón de actos del Antiguo Instituto, obligando a ocupar el patio central del edificio, atendido mediante pantalla simultánea, para satisfacer la expectación despertada.

En esta primera cita, la conferencia fue responsabilidad del profesor Carlos López Otín, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, quien disertó acerca de 'Las claves del envejecimiento y de la longevidad', materias en las que junto a su equipo de apoyo realiza investigaciones pioneras de trascendencia internacional y consenso de la comunidad científica y que recientemente trataba en las 'Conversaciones en el Reconquista' que organiza EL COMERCIO.

Indicó el profesor que su propósito era el de «reflexionar acerca de lo que significa envejecer, morir y vivir, hoy», al margen de ilusorios «elixires de la eterna juventud, alejados de la ciencia». Y acudiendo a las matemáticas, comenzó en términos tan sugerentes como insólitos. «Hoy vivimos días de 29 horas», explicó. La provocación estaba medida y sopesada, mediante el cuadro estadístico en el que mostró la evolución de la esperanza de vida a lo largo de los últimos cien años. Hace un siglo, «en España la esperanza de vida era de poco más de treinta años». Se entiende que estableciendo las proporciones correspondientes, nuestros días son más largos que los de nuestros antepasados en un cómputo general.

Cuatro aspectos enmarcaron las claves en torno al envejecimiento. Su inexorabilidad, su plasticidad, su posible reversibilidad y la eventualidad de la inmortalidad.

Para llegar a las respuestas últimas, antes una estimulante excursión intelectual por nuestros orígenes, remontándonos a «la aparición de las células, hace 3.500 millones de años», en un mundo «aburrido» que no hacía sino reduplicar células cuyo carácter era «clónico e inmortal». Sin embargo, hace unos 1.800 millones, cambió el panorama. Las células no sólo se dividieron, comenzaron a diferenciarse asumiendo «un riesgo necesario». Consumieron bacterias, llamadas mitocondrias, capaces de transformar un gas venenoso -el oxígeno- en energía. Ello supuso daños posibles «genéticos y epigenéticos y alteraciones en la comunicación celular». Entre otras razones, porque «la evolución se lava las manos después de la reproducción». Y en la pugna de mantener la vida o reproducirla, predomina el segundo apartado.

Con todo, «los factores de longevidad existen, anque están muy bien guardados». Lo que ya cabe es la cirugía genómica y la reprogramación celular, «que permite volver atrás en el tiempo, transportar a la célula a un estadio en el que todavía no estaba enferma». Es el descubrimiento de Shinya Yamanaka, que López Otín considera «el más importante de los últimos diez o quince años».

Pero sin abandonarse a las quimeras. Puso cinco ejemplos de entes vivos beneficiarios de la inmortalidad, las medusas/pólipo, las planarias, las hidras, el resultado que podría derivar de la clonación terapéutica y la vida sintética o artificial. Pero no abogó en favor de esa vía para los seres humanos. «La vida no tuvo sentido hasta que compareció la muerte», fue una de sus conclusiones. Tal vez otra es que deberíamos aprovechar del mejor modo las veintinueve horas de cada día.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Carlos López Otín: «En nuestra época, cada día dura 29 horas»