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JOSÉ CEZÓN
Martes, 23 de julio 2013, 13:45
El Carmín de la Pola vivió ayer su día grande con la romería en los Campos de la Sobatiella, que este año amplió su extensión en otros 21.000 metros cuadrados para mejorar la comodidad de los más de 50.000 asistentes que preveía la Policía Local y que cumplieron con la cita. Tras un fin de semana con la villa abarrotada, gracias a la amplia oferta de actividades de calle, la romería de Asturias estrenó sin demasiadas incidencias el sistema de reserva y acotación previa del prau, implantada por el nuevo presidente de la Sociedad de Festejos, Jenaro Soto, y que ha generado tanto debate de chigre.
Son las fiestas del cambio. Puntualidad máxima en la salida del desfile desde la Plaza de Les Campes, que protagonizaron nueve charangas y que cerraron los anfitriones de Los Cascaos con todos los romeros bailando detrás. No obstante, dos horas antes del desfile, el prau ya registraba más afluencia que un concierto de Springsteen.
Los montajes de las pandillas son cada año más espectáculares. Numerosas jaimas, bañeras para enfriar la sidra, grupos con camarero profesional y hasta pandillas con mesa de mezclas y disyóquey, cuya emisión de decibelios a buen seguro que dará para otro debate.
Un clásico del Carmín son las camisetas de los romeros más jóvenes o las leyendas que, principalmente, las chicas exhiben en las piernas y en los brazos y que cada año suben más el tono.
Frases como «Yo tuve con la tu moza», «Libres domingos y domingas», «Yo salí drogándome en Callejeros» o «Sexo y sidra, al menos una vez al día» aportaban la nota gamberra a la bulliciosa merienda, que estuvo refrescada por un fino orbayu.
El alcalde de Siero, Eduardo Martínez Llosa, se mostraba ayer exultante de cómo están saliendo las fiestas este año. «Sin ánimo de hacer comparaciones, creo que están siendo espléndidas y hoy será una tarde-noche también espectacular», subrayaba. Este año invitaron a la merienda a la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, quien se incorporó al festejo a última hora de la tarde.
Y es que Gijón suele ser tradicionalmente el concejo que más visitantes atrae a la romería del Carmín. Ana Martín lleva más de veinte años acudiendo a la cita desde su época de estudiante y conoció los anteriores emplazamientos antes de asentarse en los Campos de la Sobatiella. «Es una fiesta que siempre me llamó la atención y es la más representativa de lo que es una romería asturiana», subraya.
Martín destaca varios aspectos positivos de la romería, como el hecho de englobar a gente de todas las edades, de distinta procedencia y de lo más variopinta. «La sensación es muy emocionante, la gente es acogedora y se respira mucha alegría y solidaridad». Reconoce que «a cada edad la vives de una forma diferente» y alude a las modas que se van introduciendo cada año, como la de arrojar agua desde los pisos. En el lado negativo, se lamentaba de «cómo se deja el prao después de la fiesta, que te da pena».
La polesa Eva Nosti lleva acudiendo a la romería «desde que nací». Destaca, por encima de todo, «la reunión con los amigos» y critica «el desmadre de algunos que no saben respetar la fiesta y están consiguiendo que los mayores estén dejando de ir». Nosti apoya los cambios que quiere introducir el nuevo presidente. «Estoy de acuerdo con que el botellón se haga en otro lado y veo bien lo de acotar el prau», afirma. Frente a una opinión mayoritaria de sierenses, tampoco ve mal la moda del agua. «De chavalina lo disfruté, así que me parece bien». Y sugiere la instalación de contenedores en el prau para ir depositando el vidrio.
Uno de los fijos en la romería desde hace tres lustos es el artista plástico gallego Manuel Eirin, con estrechos vínculos en la Pola. «¿Lo que más me gusta del Carmín? La sidra, los colegas y la familia», afirmaba. Y rechazaba de pleno cualquier tipo de restricciones. «Libertad total a las personas y nada de prohibiciones, la dictadura ya pasó y Franco ya murió», sentenciaba rodeado de una populosa pandilla.
Otra de las voces discrepantes contra la reserva del prau venía de la joven Laura Sierra, quien lidera la peña sierense El Cachopo, formada por diecisiete mujeres y un solo varón, y que se reúnen desde hace cuatro años para despacharse un buen filete en Navidad, Comadres y el sábado del Carmín. «La fiesta no la cambia nadie: ¡enxamás acotarás el prau del Carmín!», repetía mientras escanciaba el enésimo culete.
El presidente de Festejos -para los que algunos ya reclaman un monumento ante el éxito de las fiestas- hizo un llamamiento estos días a los residentes de la calle Florencio Rodríguez, por donde transcurre la subida y la bajada al prau, para que se abstuvieran de echar agua a la gente y poder recuperar la vieja tradición de bajar del prau al anochecer al ritmo de las charangas. Pero parece que erradicar esa moda, implantada hace unos veinte años, no va a ser tarea fácil.
En todo caso, la 318 edición de la fiesta polesa quedará en el recuerdo por todos esos cambios y por haber logrado llenar la villa durante cuatro días consecutivos.
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