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Eric Burdon durante su actuación en el Niemeyer. :: SERGIO LÓPEZ
Una leyenda incombustible
Cultura

Una leyenda incombustible

El fundador de The Animals dio lecciones de rock, blues y soul con una voz portentosa y un sonido perfecto ante un aforo que no llegó a llenarse Un Eric Burdon soberbio presentó en el Niemeyer 'Til your river runs dry'

ALBERTO PIQUERO

Domingo, 14 de julio 2013, 11:51

A sus 72 años, Eric Burdon mantiene el pulso vocal y rítmico de sus mejores lustros. Lo puso en evidencia en la noche de ayer en el Niemeyer, de la mano de su último disco, 'Til your river runs dry', con piezas que dibujaron un amplio registro, marca de la casa, desde la contagiosa 'Water' -que sonó la segunda de la noche- o la romántica y deliciosa 'Wait', que interpretó con aires de 'crooner'. Rock, blues, soul, y también orillas de trazo más delicado y lagos tranquilos, poniendo en función las enormes cualidades de la garganta del fundador de The Animals.

Tres cuartas partes del aforo se llenaron al reclamo del británico. Merecía más público a razón del excelente sonido y la voz monumental que subió a escena un músico que estuvo tremendo desde el primer instante hasta el último. Allí estaban para verlo y disfrutarlo músicos asturianos como Jorge Ilegal o Carlos Martagón. Una verdadera leyenda merecía la pena. Merecía la pena estar allí por muchos momentos, como escucharle entonar un blues acompañado solo de una guitarra española electrificada y una mínima percusión y dejar en evidencia un derroche vocal absolutamente portentoso para acto seguido marcarse un rock and roll con toda la banda de quitarse el sombrero.

Burdon conmocionó ayer como si no hubiera pasado el tiempo al público que asistió a su velada en el auditorio del Niemeyer. Como si aquel glorioso tema, 'The house of the rising sun' ('La casa del sol naciente'), que por supuesto sonó, una balada tradicional recuperada de forma prodigiosa, mantuviera toda la emoción de la primera vez, con sus acordes cristalinos, cuerda a cuerda, y la voz desgarrada del cantante, igual de intenso que en la década dorada. Aunque el clásico adoptó en el Niemeyer una nueva dimensión al viajar desde la interpretación más original y alargarse hacia al blues.

Sin nostalgia, arropado por una banda de cinco estrellas, Eric Burdon se comió el escenario y entusiasmó al público. Incombustible.

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