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Celso Noval se acerca aval sel pozo por el se cayó el pasado viernes ante la mirada de su mujer y sus dos nietas. :: PABLO NOSTI
La tierra se abre en Trespando
SIERO Y CENTRO

La tierra se abre en Trespando

Un vecino de la parroquia estuvo a punto de ser tragado por un sumidero. La zona está llena de pozos que se abren de repente y sin previo aviso, provocando una gran intranquilidad entre los vecinos

RUTH ARIAS

Sábado, 25 de mayo 2013, 12:29

Celso Noval, un vecino de la parroquia de Traspando de los de toda la vida, salió de su casa el pasado viernes al anochecer para dirigirse, como cada tarde, a la finca que hay tras su casa y vigilar a sus ovejas y, cuando dio un paso sobre lo que creía pasto, sintió que se lo tragaba la tierra: había caído a un pozo en el que no llegó a tocar el fondo. De pronto, el agua comenzó a manar a sus pies, y tanto el pasto como él comenzaron a flotar. Eso le salvó la vida. Elevarse un poco le permitió agarrarse a la hierba y así, tirando durante algo más de diez minutos, consiguió subir a tierra firme.

«Yo estaba en la cocina y no me enteré de nada», recuerda María Nieves. No se dio cuenta de lo que había ocurrido hasta que vio a su marido entrar en casa completamente empapado hasta el cuello y con el rostro desencajado. «Estuve treinta años en la mina y nunca pasé tanto miedo como ese día», asegura Noval, jubilado del pozo de Pumarabule. Y eso que allí pasó momentos difíciles como en dos ocasiones en las que la jaula en la que descendía se quedó colgada.

El pozo por el que cayó aún se distingue perfectamente en su finca. Mide algo más de un metro de diámetro y nadie se atreve a intentar averiguar donde finaliza. Tanto él como su mujer, María Nieves Rodríguez, creen firmemente que está conectado a unas aguas subterráneas, y por eso son conscientes de que si Celso no hubiera sido capaz de agarrarse a la hierba quizás no hubiera podido contar esta desagradable anécdota que, afortunadamente, se quedó en un gran susto.

El suceso, sin embargo, no es nuevo para esta familia. Hace nueve años le ocurrió lo mismo a una potrilla recién nacida en otra de sus fincas. Cuando Celso fue por la mañana a comprobar el estado del animal, no lo encontró. Al principio pensó que se lo habían robado. Luego, al ver a la yegua junto a un pozo, se dio cuenta de que la cría estaba enterrada bajo la tierra. Una corriente la había arrastrado unos metros y, milagrosamente, también había sobrevivido. Consiguieron sacarla después de cavar toda la tarde.

Pozos cerca de la escuela

No son los únicos que conviven con pozos en sus fincas, a una vecina suya se le abrió uno justo delante de su casa. Los prados están llenos de agujeros. De repente, en las épocas de mucha lluvia, surgen unos nuevos. Una de las situaciones más peligrosas es la de la escuela. Hay un pozo justo a la izquierda de la entrada, y otro en la parte trasera. El primero está tapado con un palé, el segundo con un plástico. Los vecinos suelen rellenar los agujeros con tierra, piedras o escombros.

Lo más preocupante es que nadie sabe dónde puede surgir el próximo sumidero y que sucederá. Noval explica que el ex alcalde, Manuel Villa, les comentó en su día, que según la cartografía antigua y los datos de los que se disponía, la parroquia se encontraba sobre una bolsa de agua. Ellos, de lo único que están seguros es de que están obligados a convivir con peligrosas corrientes de agua subterráneas.

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