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MARÍA LASTRA
Lunes, 20 de mayo 2013, 03:44
Antes de que en cada casa hubiese, al menos, un coche y de que las piscinas llegasen a la ciudad, los ovetenses tenían una buena manera de refrescarse en los días de verano. En Peña Nora, lugar de paso del viejo Camino de Santiago situado a seis kilómetros de Oviedo, el río hacía entonces de playa improvisada. «Esto estaba lleno de gente, venían autobuses y había un gran ambiente», cuenta Manuela González, conocidos por todos como 'Lita', la única mujer natural de la localidad que aún vive en ella. Pero de esto hace ya más de 40 años. Solo quedan los recuerdos.
Allende Fraile se mudó a Peña Nora hace unos 14 años. Sabe de su historia lo que otros le han contado, pero considera que «lo ideal sería intentar recuperar lo que fue esto». Actualmente, tan solo quedan las ruinas de los vestuarios y de un bar del que hacían uso los bañistas. Hasta ellos se llega ahora por el puente que levantaron hace años. Antes, en su lugar, «un trozo de madera cruzaba el río de esquina a esquina». Ya nada es como era. «Llegó a haber trampolín», recuerda Santiago Santullano, quien añade que «la presa era una gozada». La contaminación del río fue una de las causas de su declive. Él, que vivía hasta hace un par de años en el antiguo molino, que ahora lucha por permanecer en pie con un techo que se hace añicos, dejó Peña Nora hace un tiempo, pero sigue paseando por la orilla del río frecuentemente. Encontrarse con 'Lita' o Allende, unas de las pocas habitantes del pueblo, «es siempre agradable».
Manolita González echa la vista atrás. Ha pasado toda su vida en la misma casa, a la orilla del Nora, excepto durante la guerra. «Por esta zona cayeron muchas bombas», explica Santullano. Por ello, una casona de excelente conservación que existe en el pueblo sirvió de hospital, mientras que la vivienda de Allende se utilizó como cuartel.
El río y los montes, dicen, son el mayor atractivo. «Si te gusta la naturaleza, aquí vives en la gloria», coinciden todos. Por eso, González sigue haciendo su vida como hace 50 años, sin apenas cambios, pendiente de sus gallinas y su huerta. Así, día a día.
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