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M. F. ANTUÑA
Sábado, 27 de abril 2013, 06:11
No ha tocado techo, pero casi. Jorge Monte de Fez (Oviedo, 1986) acaba de conseguir una plaza de trompa en la Orquesta de La Scala de Milán. Aunque aún está en el periodo de pruebas, llegar hasta el celebérrimo escenario es un sueño. Un sueño mayúsculo. «Yo ya había actuado en la Scala, así que no era tan nuevo para mí, pero efectivamente impone bastante, no solo porque es un teatro espectácular, sino porque es mítico».
Y por eso está centradísimo en el trabajo este músico asturiano formado en el Conservatorio de Oviedo que hizo el grado superior en San Sebastián y completó su formación en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid. De allí, con nada menos que Daniel Barenboim como padrino, a Berlín. En sus dos años madrileños tuvo oportunidad de participar en una master class con un solista de la Filarmónica de Berlín, Radek Baborak. Barenboimbuscaba un trompa para la West-East Divan Orchestra, le preguntó a Baborak y así se inició su relación con el Premio Príncipe de Asturias y con la formación que agrupa a músicos judíos y palestinos. Eso le abrió las puertas de la Staatskapelle, la orquesta de la ópera de Berlín, en la que estuvo como academista.
En ese periodo berlinés, Barenboim siempre estuvo cerca ayudándole y aconsejándole. Le dio su primer programa de responsabilidad en la Staatskapelle como primer trompa, se lo llevó a Milan para tocar 'Sigfrid' y le animó a que se presentara a la plaza que quedaba librepara su instrumento en el coliseo italiano. Lo hizo y ¡bingo!: «Fue increíble. Bueno, lo es, lo está siendo».
El marzo hizo la maleta y dejó el frío Berlín para tomar rumbo a la siempre más cálida Italia. «En lo del tiempo he ganado, imagínate de los 15º bajo cero de Berlín a aquí, que es como Asturias... Pero también es verdad que Berlín tiene mucha más oferta cultural, musical, artística...». No solo eso, desde la perspectiva cotidiana Italia está más cerca de España: en el trato con la gente, la comida, los horarios y hasta la crisis: «Aquí en Italia están igual o peor».
Temperaturas bajo cero al margen, el adiós a Berlín también tiene su punto doloroso. Y es que «es la ciudad menos alemana de Alemania, es un lugar muy cosmopolita que me cambió bastante el modo de ver la vida». De Italia, aún no ha tenido tiempo de extraer grandes aprendizajes: «Estoy bastante concentrado en hacerlo lo mejor que pueda y terminar el periodo de prueba». Tanto que ni siquiera está al tanto de la nunca aburrida política italiana -«es todo muy surrealista la verdad»-, aunque sí avanza a pasos agigantados con la lengua de Pirandello: «Creo que hablo más italiano que alemán, y mira que allí estuve dos años y medio, pero es que en italiano lo que no sabes te lo inventas», bromea.
No cambia pasta por fabada - «y mira que me encanta la pasta»-, añora la costa asturiana, pero no se ve volviendo a casa. «No es que Asturias esté mal, pero siempre tuve pensado irme, ver hasta dónde puedo llegar y luego ya veré». No descarta, en cambio, regresar a España, aunque es consciente de que La Scala es un hito difícil de superar en el futuro. «Musicalmente se pueden hacer más cosas, pero es difícil», confiesa.
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