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RAMÓN AVELLO
Martes, 12 de marzo 2013, 04:48
Ayer, en el Auditorio Príncipe Felipe, la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato abrió lo que se podría considerar la semana de las mezzosopranos. Insólito festival de música barroca ovetense que reúne, en siete días, los conciertos de la RIAS Kammerchor, celebrado el pasado sábado, el de Joyce DiDonato y, el de Cecilia Bartoli que tendrá lugar el próximo sábado. Y lo hizo a lo grande. El recital de Joyce DiDonato busca la cohesión de una serie de piezas con un hilo conductor: las óperas barrocas y sus arias protagonizadas por reinas. Un crisol de emociones reales sobre obras de Monteverdi, Cesti, Orlandini, Hasse y Händel. Algunas poco conocidas y todas de una excepcional riqueza de afectos musicales.
El recital, que contó con el coprotagonismo, más que acompañamiento, de I Complesso Barroco, dirigido por el violinista Dmitry Sinkovsky, sirvió de presentación en Oviedo del disco álbum 'Drama Queens', o 'Las reinas del melodrama'. Fue muy aplaudido especialmente el concierto para violín y cuerdas 'per Pisendel', de Vivaldi, interpretado con tiempos extremados, brillantes y muy apasionados.
Joyce DiDonato canta, actúa y unifica los variados estados pasionales. En el programa de mano, se nos dice que «el vestido de seda escarlata fue diseñado para adaptarse a los cambios de estado de ánimo en la obra, desde lo sensible y femenino a lo espectacular y potente». El espectacular atuendo, resaltado por una falda con miriñaque, casi malogra a nuestra cantante: se cayó dos veces en el escenario. Joyce comentó el suceso con simpatía: «Adoro el vestido para cantar, pero no para caminar».
Aunque ayude el tipo, Joyce no es ni maniquí ni modelo, sino una excepcional profesional del canto que acomoda con inteligencia los estados de ánimo de nuestras queridas reinas. DiDonato se entrega con pasión para llegar al fondo de la emoción pero también con esa justa medida para evitar la pirueta vocal cirquense. Así, hemos escuchado a una mujer muy cercana, nada diva, que manifestó un soberbio talento vocal y musical, especialmente en las arias de bravura, con unas coloraturas sustentadas en una técnica respiratoria exquisita y en algunas de las arias 'da capo', con un lirismo refinadísimo y muy sutil. Lo sublime, dentro de un enorme concierto, llegó con 'Piangerò la sorte mía' de Haendel, y la primera propina, 'Lasciami piangere', de Kaiser. En ambas proyectó una emoción que se palpaba en el auditorio, y la noche fue rematada con otras tres propinas.
Al final, un recital apoteósico, con unos músicos entregados, un público encantado y una cantante soberbia. Cecilia Bartoli, que estará este sábado sobre esas mismas tablas, tiene un listón muy alto ante sí para superar a este como uno de los mejores conciertos vocales de las últimas temporadas. Alrededor de ocho minutos ininterrumpidos de aplausos y bravos dejan buena constancia de ello.
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