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OLAYA SUÁREZ
Lunes, 11 de marzo 2013, 19:42
Intentó captar la atención de la mujer a la que pretendía colocando una bomba en el comercio en el que trabajaba el que él consideraba su 'adversario'. Consiguió su propósito: se casó con la chica y tuvo un hijo con ella (engendrado en un vis a vis en la cárcel). A cambió, dejó mutiladas a dos personas y gravemente herida a una tercera. Fue condenado a 39 años de prisión y ha pasado a la historia como 'el bombero de Muniello', nombre de la tienda de electrodomésticos de la calle Trinidad en la que causó el atentado, encargado a dos hermanos, 'los Pinta', a cambio de 5.000 pesetas.
Un capítulo de la crónica negra gijonesa del que hoy se cumplen dos décadas y que aún permanece vivo en la memoria de muchos, sobre todo de los familiares de la mujer, que prefieren «olvidar» todo lo relacionado con esta enredada «película» que no acabó con la explosión y el posterior enlace. Cuando Sergio Rodríguez, el protagonista de la historia, consiguió permisos penitenciarios y comenzó la convivencia con su mujer y su hijo, regresó de nuevo a la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) por una condena por malos tratos.
Era primera hora de la mañana del 11 de marzo de 1993 cuando en el parque de bomberos de Roces se recibía una llamada alertando de un fuerte olor a gas en la calle Trinidad. El interlocutor no se identificó y el operador no sospechó que se trataba de un compañero. Sergio formaba parte del Servicio deExtinción de Incendios del Ayuntamiento de Gijón desde hacía tres años y llevaba otros tantos obsesionado con Rosario, una chica de La Camocha a la que había llegado a quemar la puerta de su casa para que saliese con él. El episodio de la vivienda quedó en una mera anécdota en comparación con el macabro plan que ideó luego, cegado por los celos.
Dos mutilados
Sospechaba que la mujer se veía con un empleado de la tienda de electrodomésticos 'Muniello', en los Jardines de la Reina. Optó por quitarlo de en medio. Manipuló una bombona de camping gas y contactó con 'los Pinta', Federico y Luis Martínez Fernández, a los que dio mil duros por colocar el artefacto. La tremenda explosión se vio agravada por el hecho de que dentro de la tienda había también un gran número de bombonas preparadas para su venta. El estallido dejó mutilado de las dos extremidades inferiores al dueño del comercio, Irineo Franco Gutierrez, que por entonces tenía 51 años. El cliente Mauro Reguera, de 25 años, perdió también una pierna, y la clienta María del Rosario Víctores resultó herida de gravedad.
A los pocos minutos del brutal estallido, Sergió telefoneó a casa de Rosario. «Ya volé la tienda», dijo escuetamente. Fue detenido un día después y en un primer momento negó tener relación alguna con lo ocurrido. Su abogado, Ignacio Manso Platero, recuerda aquel caso «como uno de los más peculiares» de los miles que ha llevado a lo largo de su carrera profesional. Siete meses después, el letrado fue testigo del enlace entre el procesado y la joven vecina de La Camocha.
La boda se celebró en julio, cuatro meses después del suceso que conmocionó a los gijoneses. Tuvo lugar en el juzgado de Instrucción número 5 de Gijón. Sergio llegó esposado y escoltado por agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Le dio el 'sí quiero' a su amada y regresó a la cárcel mientras ella salía sola y sonriente por las escaleras de los juzgados de Prendes Pando. Su familia nunca la apoyó en aquella decisión. «Después de todo lo que hizo él...nunca lo entendimos», aciertan a decir sus familiares, que prefieren «no hurgar más en una herida que no está cerrada».
Un hijo en un vis a vis
El hijo del matrimonio fue engendrado en un vis a vis en el centro penitenciario. Hoy, cumplida la mayoría de edad, intenta hacer una vida normal, ajeno a la turbulenta relación de sus progenitores.
Hace tres años Sergio Rodríguez López volvió a sentarse en el banquillo de los acusados. En esa ocasión lo hizo por los malos tratos infligidos a su esposa. Una nueva condena para este gijonés que en la actualidad tiene 51 años. Dos décadas después, su particular 'vendetta' permanece viva.
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