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MARCOS MORO
Jueves, 28 de febrero 2013, 03:36
El presunto intoxicador se desintoxica. Andrés Avelino Fernández, 'El Candasu', acusado de envenenar a sus compañeros de sidrería con cianamida cálcica durante años, ocupa parte del tiempo de su estancia en prisión a tratarse de su alcoholismo crónico. La adicción por la que se él aprovisionaba regularmente con receta médica de Colme, el medicamento con el que supuestamente rociaba periódicamente la comida y bebida de quienes trabajaban con él en El Lavaderu haciéndoles enfermar por la agresiva reacción que genera este tóxico mezclado con el más mínimo trago de alcohol.
'El Candasu', de 55 años, cumplirá la próxima semana -el 5 de marzo- su primer mes de vida carcelaria como preso preventivo. El que fuera ayudante de cocina de El Lavaderu durante ocho años, y al que la juez Ana López Pandiella imputa 14 homicidios en grado de tentativa, sigue un programa de Alcohólicos Anónimos en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) del centro penitenciario de Villabona. Desde su ingreso en prisión forma parte de un grupo terapéutico o de autoayuda con otros reclusos con dependencia de la bebida y de otras sustancias tóxicas.
Como parte de ese programa de desintoxicación etílica el presunto envenenador recibe medicación en dosis prescritas desde la Enfermería del centro penitenciario. Fuentes de la UTE consultadas por EL COMERCIO aseguraron que «es imposible» que se puedan repetir en Villabona las intoxicaciones por Colme o cualquier otro de los fármacos que 'El Candasu' toma para deshabituarse del alcohol. Primero porque Andrés no tiene acceso al botiquín carcelario, que está custodiado bajo llave y en un cuarto aparte, y en segundo lugar porque otros compañeros de celda se encargan de controlar a diario las sustancias que ingiere, siempre en dosis individuales, dentro de lo que se conoce como personal de apoyo del grupo terapéutico. «No le quitan ojo hasta que se cercioran de que se lo traga», dicen estas fuentes.
Según ha podido confirmar este periódico, el reo hace vida en la denominada UTE-1, que agrupa a dos módulos de la cárcel asturiana y comparte espacio y actividades colectivas con unos 180 internos, de los cuales más de una veintena son mujeres. Se trata de un espacio dentro de la prisión libre de drogas y alcohol donde sólo se permite fumar tabaco en el patio común y en la propia celda.
Punto de cruz y puzzles
El exayudante de cocina de El Lavaderu, contra el que pesan hasta el momento 21 denuncias, participa cotidianamente en talleres tan dispares que van desde el punto de cruz, la marquetería, la lectura o la elaboración de puzzles de 1.000 piezas. Se levanta a las ocho de la mañana y tiene todo el día ocupado, salvo las horas de comida, siesta y recreo, hasta las 20.45 horas, momento en que se hace recuento y los presos van a sus celdas. La única persona en El Lavaderu que sigue defendiendo la inocencia de Andrés es Eva María García, íntima amiga suya que nunca cayó enferma en la sidrería. Ella es la única persona, junto a su familia directa, que se preocupa por su situación en la cárcel.
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