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Unidades móviles en la plaza de Arturo Arias, donde El Lavaderu, al fondo de la imagen, permanecía ayer cerrado por descanso semanal . :: JOAQUÌN BILBAO
«Tenía el más mínimo roce con algún compañero y a las pocas horas el otro se ponía malísimo»
GIJÓN

«Tenía el más mínimo roce con algún compañero y a las pocas horas el otro se ponía malísimo»

La jueza le imputa a Andrés 'el Candasu' catorce delitos de homicidio en grado de tentativa e investiga si tiene relación con la muerte del cocinero

OLAYA SUÁREZ

Viernes, 15 de febrero 2013, 04:17

«Tenía el más mínimo roce con algún compañero y a las pocas horas el otro se ponía malísimo». El nuevo propietario de El Lavaderu y sus empleados comenzaron a sospechar de Andrés Avelino F. F., Andrés 'el Candasu', de 55 años, cuando comprobaron que era el único -junto a su novio, que también trabajaba en el establecimiento- que no sufría continuos episodios de enfermedades, muchos de los cuales acababan con hospitalizaciones, tal y como adelantó ayer EL COMERCIO en exclusiva.

El pasado martes, el exayudante de cocina ingresó en el centro penitenciario de Villabona acusado de catorce delitos de homicidio en grado de tentativa. Tanto el Cuerpo Nacional de Policía como la jueza instructora consideran probado que durante «al menos ocho años» administró a sus compañeros el medicamento Colme, compuesto por cianamida cálcica, una sustancia para la deshabituación del alcoholismo que consumida incorrectamente o mezclada con alcohol puede resultar letal. Las pesquisas se centran ahora en averiguar si el reo pudiese estar involucrado en la muerte del cocinero, quien sufrió un fallo cardiaco fulminante en el propio local en mayo de 2011.

Las investigaciones llevadas a cabo por el Brigada de Estupefacientes del Cuerpo Nacional de Policía de Gijón estuvieron bien atadas cuando llegaron las muestras del líquido enviado al Instituto Nacional de Toxicología. Se constataron las sospechas. Fueron los propios compañeros los que, tras atar cabos y ver al imputado echando líquido a platos y bebidas, lograron hacerse en octubre con uno de los botes que tenía ocultos entre sus pertenencias y entregarlo en la Comisaría de El Natahoyo.

Por aquel entonces, todos los empleados, incluido el luego detenido, pasaron por las dependencias policiales para prestar declaración en calidad de testigos. Aunque todos los indicios lo apuntaban a él, los investigadores no quisieron desvelar sus cartas e instaron al gerente del restaurante, Juan Luis Alfonso Alonso, a mantenerlo en su puesto de trabajo para continuar recopilando datos y pruebas. «No había semana que no estuviese un empleado enfermo o yo mismo. Era evidente que algo pasaba y atando cabos nos dimos cuenta que sólo él y su pareja no se ponían malos. Nos empezamos a fijar más y entonces empezaron a encajar todas las piezas del puzzle», explica el hostelero, que presentó la denuncia el 3 de octubre.

«Estaba probado que si tenía algún roce o desencuentro con alguien, al poco tiempo el otro empezaba a ponerse rojo, rojo y a encontrarse fatal. Cuando ya sabíamos de dónde venía el problema, lo veíamos muy claro. Discutía y si alguno le decíamos algo, ya estaba armada...», lamenta Juan Luis Alfonso Alonso, quien alertó a toda la plantilla para que no consumiese ningún alimento ni bebida hasta que se resolviese el problema.

Según apuntó el anterior propietario El Lavaderu, Andrés Avelino F. F. había estado a tratamiento por alcoholismo y por ese motivo podría tener acceso al medicamento, que se dispensa bajo receta médica. El consumo de cianamida cálcica por personas sin problemas de alcoholemia puede provocar arritmias, lesiones hepáticas, náuseas, ansiedad, cefaleas e hipertensión. Su consumo prolongado puede ocasionar la muerte por fallos coronarios o multiorgánicos. Sus contraindicaciones se agravan notablemente si se mezcla con la más mínima cantidad de alcohol. «Con solo tomar una cerveza o una copa de vino, te ponías a morir», comentan los afectados.

La mayoría de ellos llegó a ingresar en el Hospital de Cabueñes. Fue el caso de una camarera que empezó a trabajar en la sidrería en febrero de 2012 y en mayo había sido hospitalizada en tres ocasiones. Las pruebas médicas realizadas, al igual que al resto de compañeros, no le detectaron la sustancia en la sangre y al no darle con la patología, achacaron su malestar al «estrés».

Tampoco el matrimonio que hasta hace un año dirigía el negocio supo de dónde procedían sus males. Solo al dejar el establecimiento y tomarse un periodo sabático vieron cómo su salud mejoraba y se decidieron a aventurarse en la apertura de otro establecimiento de hostelería, también en Cimadevilla. Se da la circunstancia de que el exgerente sufrió un problema cardiaco antes de decidirse a dejar de trabajar.

Cerrado por descanso

El Lavaderu permaneció cerrado ayer al público por descanso después de las fiestas de Carnaval en la ciudad. Sin embargo, fueron muchos los vecinos de Cimadevilla e incluso de todo Gijón los que se quisieron acercar al establecimiento para mostrar su apoyo a los gerentes. «Ellos, junto con los empleados, son los más perjudicados porque aparte de que les puede afectar al negocio, también han visto mermada su salud», lamentaba Javier Rodríguez, vecino de Laviada, quien lanza un mensaje a la opinión pública: «Ahora más que nunca tenemos que ir a El Lavaderu porque nos necesitan».

La noticia, adelantada por este periódico y de la que se hicieron eco todos los medios nacionales, hizo ayer que el barrio alto se llenase de unidades móviles de televisiones y se convirtiese en foco de atención de todo el país.

La mayoría de los vecinos conocía a Andrés 'el Candasu', natural de Ciaño (Langreo) y que llevaba ocho años trabajando en El Lavaderu, después de regentar una tienda de 'Todo a cien' en el mismo barrio y de un fallido negocio de hostelería en Candás.

Sus clientes hablaban de alguien «normal, incluso cordial, que pasaba totalmente inadvertido». De alguien que confiaba en la discreción del veneno, clásicamente asociado a los asesinatos cometidos por mujeres. Tanto que, una vez despedido y ya investigado por la Policía, «seguía parando por el bar a tomar algo» como si nada hubiese ocurrido.

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