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Martes, 18 de diciembre 2012, 02:22
Eran aproximadamente las 13.30 horas cuando el reptil fosificado por fin se elevó sobre el mar millones de años después de haber sido -posiblemente- arrastrado por la corriente de agua en el lecho arenoso de un cauce fluvial próximo a la desembocadura de un delta y quedar sepultado vivo o poco después de su muerte por la arena del cauce durante una gran avenida.
Antes de esa hora, muchos preparativos. Para empezar, desde el Museo del Jurásico, que tuvo que solicitar ayuda al Ejército para que uno de sus helicópteros levantara la pieza y también financiación extraordinaria a la Fundación HC Energía. Con el sí y de unos y otros, quedaba esperar la llegada del Chinook, un helicóptero de gran tamaño y estabilidad utilizado para el transporte de material militar. Y antes, preparar el bloque de unos 2.600 kilos de peso para ser izado. En eso se afanaron los gemelos de Quintueles y el personal del Muja, que trabajó duro para envolver la pieza en cinchas y protegerla con espuma antes de que el helicóptero la transportara sobre el mar. «Hemos empleado una 'prolonga' de 12 metros y con ella hemos bajado al cortado para enganchar la carga», detalla el teniente Miguel Martínez, que se desplazó a Asturias desde Colmenar Viejo junto a un equipo formado por dos pilotos, tres mecánicos y tres soldados de tropa especializados en cargas externas. «No ha sido fácil debido a la orografía del terreno, la zona es muy escarpada, el rotor del helicóptero quedaba cerca del terreno y además teníamos el sol de cara, pero se ha podido hacer sin problema», añadía el teniente, sabedor, eso sí, de que la de ayer no era una carga cualquiera. Nada que ver con material militar. «Puedo decir que he recogido un dinosaurio y eso no lo ha hecho nadie más del batallón».
Puede presumir el teniente de haber afrontado una misión a la que aún le queda tarea para concluir. Por una parte, porque ahora el bloque de piedra debe ser limpiado convenientemente para extraer el esqueleto. «Ahora lo que tenemos que hacer es liberarlo de la roca donde está metido», señala José Carlos García-Ramos. Esa labor se realiza con una aguja percutora, y también mediante el ataque con productos químicos, y lleva su tiempo. No será con toda seguridad antes de un año cuando la pieza pueda incorporarse a las expuestas en el Museo del Jurásico de Asturias.
La misión está inconclusa por otra razón. El helicóptero Chinook permanece hoy en Asturias para participar en el transporte de dos ictitas en Colunga. Se extraerá hoy un bloque de arenisca con dos huellas de dinosaurio de los acantilados de la ensenada de El Sable, al oeste del cabo Lastres. Se estima que en esta ocasión el peso será de 1.300 kilogramos para un pieza de 2,15 metros de largo, 1 de ancho y 24 centímetro de grosor. La investigadora Laura Piñuela fue quien halló las huellas en marzo del pasado año.
Al contrario que el esqueleto de ayer, que fue trasladado a un alto cercano al acantilado, hoy el helicóptero tomará directamente rumbo al Museo Jurásico para depositar allí los fósiles. «Vamos a dejarlas fuera para que los visitantes puedan verlas», avanza García-Ramos.
Esta historia tiene un punto de partida muy lejano en el tiempo que se ubica hace aproximadamente 152 millones de años atrás, cuando las rocas de la Formación Lastres eran transitadas por un pequeño ornitópodo, que no es otra cosa que un dinosaurio, que acabó descansando y convirtiéndose en fósil a orillas del Cantábrico y que ayer consiguió volar. Lo hizo a bordo de un helicóptero Chinook del Ejército de Tierra llegado desde Madrid para sacarlo del pedrero y elevar su histórico esqueleto a la categoría de pieza de museo. A pieza primero de estudio y, dentro de algunos meses, de exposición.
Claro que esta historia tan lejana tiene una escala mucho más reciente, cuando, catorce años atrás, Victoria Álvarez y Paz Cifuentes dieron con el esqueleto. «Íbamos de paseo y a pescar por el pedrero y un día coincidió que vimos eso», señala Victoria Álvarez. «Eso» es un bloque suelto de arenisca de 1,35 metros de largo por 1,06 de ancho y 68 centímetros de grosor que alberga huesos articulados en posición anatómica. En una de sus caras se observan numerosas vértebras, costillas, tendones y lo que los expertos creen que podría ser un fémur. «La importancia que tiene es de carácter regional, porque aquí en Asturias no teníamos ningún esqueleto tan completo como éste. Contamos con huesos, fragmentos dispersos, costillas, pero nunca en conexión anatómica», detalla Jose Carlos García-Ramos, director del equipo científico del Museo del Jurásico de Asturias que custodia la pieza.
José Carlos, Victoria y su amiga Mari Paz observaban ayer felices el operativo montado para rescatar y poner en valor su particular descubrimiento en los acantinados de Aranzón, en Quintueles. Allí esperó esos 14 años el fósil protegido de las embestidas de la mar por otro bloque aún mayor. Ha tenido esa fortuna, porque, de lo contrario, difícilmente hubiera aguantado en su estado actual. El caso es que ayer llegó el día en el que ese dinosaurio bípedo, en ocasiones cuadrúpedo y vegetariano, de cuyo grupo ya se habían encontrado huesos y huellas abundantes con anterioridad en Asturias, abandonó el pedrero.
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