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Viernes, 19 de octubre 2012, 12:02
Con la llegada del otoño todo el mundo recuerda y comprueba algunos de los tópicos que asociamos con esta estación del año: los días son más cortos, el tiempo se vuelve más frío e inestable y cómo no, la caída de la hoja de la mayoría de los árboles.
Mucha gente asocia a una especie de muerte esta caída de la hoja, pero si profundizamos un poco en las funciones que cumplen los árboles en el equilibrio de la vida, veremos que no es así, si no más bien lo contrario.
Los árboles cumplen varias funciones vitales para la vida de todos los seres. Puede que la más importante sea la utilización del CO2 y la liberación de oxígeno. Otras funciones las realizan a través de las raíces ya que sirven para fijar el suelo, evitando la acción erosiva del agua y el viento. También el tronco presta favores a sus convecinos, suministrando el apoyo para que muchos pájaros puedan colocar sus nidos y guarecerse de las inclemencias del tiempo. Esta madera será también materia prima para el hombre, para los castores y para otros seres vivos. Incluso muerta sirve de sustrato para la vida de muchos insectos, hongos, anfibios y reptiles.
Hasta las hojas muertas se aprovechan y cumplen funciones muy importantes: la hojarasca que se pudre en el suelo acaba siendo el mejor abono posible. Los bosques viejos tienen por tanto suelos muy ricos en humus, con una capa que puede llegar a ser de más de medio metro. Esa capa de materia orgánica sirve también para mantener la humedad y para evitar que el suelo se enfríe en exceso.
Otra función es la de servir de cobijo a animales que hibernan o que pasan el invierno bien protegidos baja la capa de hojarasca; sapos, pequeños reptiles y roedores son los más beneficiados en este caso. También es fácil comprobar la gran biodiversidad que encierra la hojarasca en cuanto a insectos y microorganismos. Facilita la proliferación de hongos, que en muchos casos viven en simbiosis con los árboles a través de las raíces. Algunos de estos hongos son precisamente de los más buscados por los expertos en setas.
Por desgracia los gustos estéticos de mucha gente hace que en los jardines y parques de las ciudades y de muchas fincas privadas se elimine esta fantástica fuente de biodiversidad y de abono natural. La falta de abono natural hace que sea necesario usar el abono que viene en saco, abonos químicos normalmente.
Por un lado retiramos el aporte natural de sustento al suelo y por otro lado aumentamos la contaminación al ser necesarias plantas de fabricación de fertilizantes químicos. Un absurdo que enseguida se vuelve en nuestra contra. Si a este sinsentido sumamos el poco respeto que en muchos lugares se tiene por estos grandes amigos, cambiándolos por hormigón, por árboles perennes o, peor aún, árboles de plástico, pues está claro que la sinrazón se apodera de nuestro entorno.
Es momento de invitar a nuestros conciudadanos a salir al monte con la mente más abierta y ser capaces de ver todas estas cosas para luego aplicarlas al día a día de nuestros pueblos y ciudades.
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