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AZAHARA VILLACORTA
Lunes, 10 de septiembre 2012, 14:09
Celia Bernardo es una marca, Celia B., tras la que se esconde una ovetense criada en Soto de Llanera que lleva en Shanghai dos años y medio haciendo lo que más le gusta: «Cosas bonitas y diferentes» en el país más poblado del mundo. Declaración de intenciones. Y no es de perogrullo. Es que toda esa gente, veinte millones de almas, le imprimen a la ciudad «una velocidad que asusta y una energía muy especial» en la que son muchos «creando al mismo tiempo».
Es la maravilla de sentirse «en un lugar en el que están pasando un montón de cosas y las que van a pasar» si se obvian, como se debe, «el caos del tráfico, la contaminación, el estrés, la comida y las construcciones cutres. O el clima, que es horrible, con cuarenta grados en verano y un frío que pela en invierno, porque en las casas no hay calefacción».
Con todo, la mezcla le atrae porque su familia es de naturaleza «aventurera»: de padres en Bruselas y hermana en Marruecos. Sólo hay que echar un vistazo a sus mudanzas: primero fue Madrid, a los 18, donde estudió Publicidad y Relaciones Públicas y, como aquello no le llenaba nada y se pasaba las horas muertas en casa, customizando trapos e imaginando complementos, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios. Después, Milán, donde estudió Comunicación especializada en moda. Y un retiro en Ibiza, en el que descubrió su amor por la bisutería vendiendo pendientes en una playa. O Bolivia, donde volvió a enamorarse de las telas indígenas. Con un aterrizaje suave en la sede central del imperio Inditex en Arteixo, donde permaneció tres años como diseñadora de accesorios.
Ese «fue un salto profesional increíble» al universo de Amancio Ortega en el que aprendió «muchísimo»: «No son el número uno por casualidad. Trabajan mucho y muy bien». Pero, sobre todo, en el pueblo gallego encontró su camino y hoy tiene claro que nunca más volverá a trabajar en «cadenas que producen 20.000 unidades de cada prenda». Lo llaman «fast fashion».
«Eso no va conmigo». Lo suyo tiene mucho más que ver con una concepción de la ropa que «no pasa por las tendencias de las que el mercado ya está saturado» ni por la uniformidad. «Es un concepto que huye de la frivolidad y que tiene mucho más que ver con la expresión artística, porque me atraen muchas disciplinas del arte. Con la diversión y con buscar un estilo propio». A sus 33, ella lo tiene y lo sabe. Y, por eso, cuando estaba en La Coruña, la fichó una empresa china «que buscaba a toda costa diseñadores de Zara».
Independizarse y crear su propia marca, Celia B., cayó por su propio peso. Pero, para eso, tuvo que echarle algo que echa de menos en la forma de vestir de los asturianos, de las mayorías: «Valentía. Falta mucha. Pero no sólo en la moda. En todos los campos. Vamos todos iguales por miedo a que nos miren. Y por eso nos llevan como borregos. Hace diez años, la gente en Oviedo me miraba y se reía. Ahora, les encanta lo que hago. A mí nunca me importó».
La primera colección «global y potente» de Celia B. estará en las tiendas en verano junto con su escaparate online y su blog (Chelichina), pero antes, después de un mes por Europa, viajará al Sur para inspirarse. Sueña ya con los textiles de Laos, con lanas y con hilos de colores.
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