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GUILLERMO F. BUERGO
Sábado, 28 de julio 2012, 13:31
Bernardino Prieto Sobrino, de 53 años y vecino de la localidad llanisca de Vibaño, despertó ayer sobresaltado al ser avisado de que «unos desconocidos me habían cortado 18 árboles frutales» en una finca de su propiedad, ubicada en un lugar conocido como El Mercader. Pero la situación no supone una sorpresa extraordinaria para Bernardino porque en la noche del 18 de febrero de 2011 ya le habían «rajado las cuatro ruedas a dos furgonetas de mi propiedad». Los frutales: once manzanos, cuatro kiwis, dos ciruelos y un melocotonero, los había plantado hace dos años. «Eran de injerto bajo, crecían bien y estaba muy ilusionado, sobre todo con los manzanos». Y los dos ciruelos «ya estaban cargados de fruto».
Bernardino se puso en contacto con la Guardia Civil y a la una de la tarde ya habían levantado atestado de lo sucedido. Se da la curiosa circunstancia que los autores del acto vandálico «dejaron amarrado en un árbol un coche-patrulla de la Guardia Civil, en juguete». Los vecinos de la puerta de casa de Bernardino comentaron ayer que «es un buen paisano, como pocos». Y denunciaron que los «delitos» en Vibaño «están a la orden del día. El gran problema es que no se denuncian pero si no se le corta el vuelo a los delincuentes, aquí se van a vivir situaciones muy graves». Y como actos vandálicos más graves y frecuentes enumeraron «la quema de cuatro cuadras, pinchazos en las ruedas de los coches, corte de árboles y robos de pollos y gallinas ponedoras», aunque «ya no se denuncia nada porque nunca se soluciona nada».
¿Cuál es el motivo para que Bernardino Prieto se convierta en la diana principal de los actos vandálicos en Vibaño? El hombre opina que «me tienen envidia. Estoy pensionado, cobro una paga, no hago nada, alterno y tengo dos coches. Y ésa es la vida que los delincuentes de Vibaño quisieran tener». Y continuaba alegando que «no sé quién será el que tan mal me quiere, si yo no me meto con nadie».
Por eso, ante la Guardia Civil declaró que «no sospechaba de nadie en concreto». Y tasaba el daño producido «en 600 euros en el momento de la plantación, aunque el perjuicio moral es más grave teniendo en cuenta el gusto y la ilusión con la que miraba por ellos».
José Antonio Santoveña, lugareño de Vibaño, reconocía ayer que «el pueblo se convierte en muy conflictivo al caer la noche». Y otro vecino, que prefirió permanecer en el anonimato, matizó que en la localidad «se da un caciquismo barato, a la medida del pueblo».
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