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Los mineros del Candín se abrazaron emocionados a compañeros y familiares tras abandonar el encierro. :: JUAN CARLOS ROMÁN
«Debemos seguir con esta lucha»
ECONOMÍA

«Debemos seguir con esta lucha»

Diez trabajadores les toman el relevo y continúan la protesta en las entrañas de la explotación langreana y del Nicolasa, en Mieres Los siete mineros de Santiago y Candín abandonan los pozos tras 50 días de encierro

A. FUENTES

Martes, 17 de julio 2012, 19:52

Sus 50 días de encierro a 600 metros de profundidad han marcado un hito en la historia del movimiento obrero, pero ayer, sus siete protagonistas no quisieron hablar de su proeza sino dar las gracias a todos aquellos que durante los casi dos meses que duró el encierro «han estado ahí», apoyando su lucha y la de las comarcas mineras. «Debemos, todos juntos, seguir adelante con esta lucha», aseguraba un emocionado David Robles tras abandonar junto a otros tres compañeros el pozo Candín y pedir apoyo para los cuatro compañeros que les tomaron el relevo en el pozo. Junto a ellos, otros seis compañeros iniciaron otro encierro en el pozo Nicolasa, en línea con la estrategia que hace unos días pusieron en marcha sus compañeros de León.

Fueron, eso sí, recibidos como héroes. La noticia de su inminente salida de los pozos había corrido como la pólvora por las comarcas mineras desde primera hora de la mañana, lo que permitió que cientos de personas se prepararan para el emotivo recibimiento que les costará olvidar. Ya desde la mañana un coche con megafonía anunciaba la salida de los mineros encerrados y se hacía un llamamiento para acudir en masa al recibimiento.

Al mediodía era el propio sindicato al que pertenecen los encerrados, SOMA-Fitag-UGT, el que ofrecía los detalles de la salida de los mineros tras asegurar que se había tomado la decisión «para salvaguardar su integridad física». Primero saldrían los mineros del Santiago y después los del pozo Candín, con margen suficiente para que los dirigentes sindicales, compañeros, familiares y vecinos de las cuencas pudieran estar presentes en los dos recibimientos.

El procedimiento fue el mismo en los dos pozos. También, los minutos de espera que se convirtieron en una tensa eternidad. En Santiago, fueron apenas siete minutos. Cientos de miradas estaban fijadas en los gruesos cales que se movían y que elevaban la jaula con los tres mineros encerrados en el allerano Pozo Santiago. Fueron minutos que dieron para mucho, para cantar puño en alto Santa Bárbara Bendita, para esperar en silencio, para gritar, para animar y para, por fin, pasadas las seis y veinte de la tarde, estallar en aplausos.

Los primeros en recibir a Cecilio Antuña, Jorge Díaz y Héctor Berrouet fueron sus familias. Amigos, compañeros de trabajo y convecinos los trataron como auténticos héroes, autores de una proeza «épica en la historia del movimiento obrero», tal y como se encargó de remarcar el secretario general del SOMA-Fitag-UGT, José Ángel Fernández Villa. Ellos, abrumados por el intenso calor ambiental, el humano y el multitudinario recibimiento, fueron sólo capaces de lanzar unas palabras de agradecimiento por el soporte que han recibido en estos cincuenta días a 600 metros de profundidad. «Gracias por estar allí y por cortar todos los días las carreteras», señaló el ayudante de minero Barrouet. Sin quitarse el casco de faena y con gafas oscuras -para protegerse del sol después de tantos días sin disfrutarlo-, los tres del pozo Santiago volvieron a entonar, otra vez, el Santa Bárbara Bendita antes de abandonar, junto con sus familias, el recinto para descansar en sus casas.

Los cinco del Candín

Minutos después, en la explanada del Candín los nervios comenzaron a aflorar. Los movimientos de la jaula auguraban la inminente salida de los mineros. Los aplausos, durante casi diez minutos, junto al sonido de las gaitas y el tambor comenzaron en el mismo momento en que se vislumbró el techo de la jaula que devolvió al exterior a los cuatro mineros. Cuatro que en cuanto se abrieron las puertas se convirtieron en cinco porque, en un gesto de sencillez, se abrazaron al compañero que tuvo que abandonar el encierro por problemas de salud. Volvieron así a ser, como siempre, los cinco del Candín. José Abelardo, Dario, Carlos, David y Roberto.

A escasos metros de la entrada al pozo, sus familias. Mujeres, padres e hijos que quisieron permanecer en el anonimato, pero a los que se refirieron en sus discursos todos los intervinientes agradeciéndoles la generosidad mostrada por dejar que sus seres amados dejasen atrás «su vida personal para luchar por el futuro de las comarcas mineras asturianas», remarcó el líder del SOMA-Fitag-UGT.

A pesar de este segundo plano hubo un momento en que David, que ejerció de portavoz, vio a Lorena, su mujer, y a su familia y se saltó cualquier protocolo corriendo a abrazarla. Fueron los únicos segundos de silencio contenido.

El resto no sería hasta después de los discursos de Manuel Robes, Antonio Deusa y José Ángel Fernández Villa cuando volvían después de 50 días a abrazar a sus seres queridos. Pero todavía hicieron un nuevo gesto de generosidad y en nombre de los encerrados dirigió unas palabras David agradeciendo su presencia y todo el apoyo durante el encierro pero, sobre todo, para recordar que habían dejado abajo a cuatro compañeros pidiendo su apoyo para ellos.

En Santiago, los discursos de los dirigentes sindicales se produjeron cuando ellos todavía estaban en las entrañas de la tierra. «Los tres compañeros pasan a formar parte con páginas de oro a la leyenda de una formación centenaria», clamó Villa. El sindicalista volvió a exigir que se respeten los acuerdos del carbón hasta 2018, «que con tanto sacrificio negociamos con el PSOE», y vaticinó una gran convulsión económica en la región si se produce el cierre de las explotaciones hulleras. «No habrá Asturias sin minería», advirtió.

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