A prisión sin fianza el ladrón del Códice Calixtino

«No lo sé. No me acuerdo». Esto es todo cuanto la Policía consiguió sacar de José Manuel Fernández Castiñeiras, el supuesto autor del robo el Códice Calixtino. Este electricista gallego nunca tuvo miedo de ir a prisión. «Con un misal y un rosario tengo bastante», respondió el detenido a los agentes cuando le recordaron la posibilidad de acabar en prisión si tenía la obra en su poder. «Manolo es un hombre de carácter cerrado. Pero está en su sano juicio», explicó el jueves el comisario jefe de la Unidad Central Serafín Castro.

La investigación policial que logró recuperar el pasado miércoles esta joya del siglo XII, considerada como la primera guía del Camino de Santiago, en un garaje de la localidad coruñesa de Ames responde al guión de una novela de detectives. Tiene todos los elementos necesarios: el misterio del robo de un objeto histórico-religioso de valor incalculable, una larga lista de sospechosos y un enigmático culpable.

El 5 de julio de 2011 el Códice Calixtino, escrito en el siglo XII, desapareció de la Catedral de Santiago. Inmediatamente, la Brigada de Patrimonio Histórico de la Comisaría General de Policía Judicial se puso a trabajar. El deán del templo, José María Díaz, comunicó a la Policía la treintena de personas que tenían acceso al Códice . Entre ellas se encontraba José Manuel Fernández. Este hombre había trabajado como electricista en la Catedral durante 25 años, pero fue despedido un año antes. Reclamaba 40.000 euros por su cese. No los consiguió y decidió vengarse. Conocía todos los recovecos del templo. Y más importante aún. Tenía acceso a ellos gracias a que conservaba unas llaves del lugar. La escasa seguridad hizo el resto. Pese al éxito inicial del plan, el intento de Manuel de comprar una casa de 300.000 euros centró sobre él las sospechas de las Policía. A raíz de ahí, tirando del hilo, descubrieron que en 2008 ya se había comprado un piso pagado en metálico. Una operación que había repetido unos años antes con otra vivienda para su hijo. Demasiado dinero para un autónomo que sobrevivía gracias a pequeñas chapuzas.