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L. A. R.
Jueves, 17 de mayo 2012, 17:42
4,5 millones de euros. Ese es su precio o, al menos, esa es la cantidad que pide por ella su propietario. La casa en cuestión se encuentra en Cabueñes, en el camino de Cefontes, y puede que se trate de la vivienda en venta más cara de toda Asturias. Quizás no sea la más valiosa, pero sí figura como una de las propiedades disponibles con más ceros a la derecha si transformáramos su precio en antiguas pesetas porque estamos hablando de que para disfrutarla habría que desembolsar setecientos millones. Su propietario, que prefiere permanecer en el anonimato, es un empresario gijonés que jamás hubiera pensado en desentenderse de ella si «supiera que iba a vivir quinientos años», pero la realidad es bien distinta y ahora, a los 69 y con cinco hijos de dos matrimonios, prefiere dejar las cosas arregladas.
La finca, que en su día perteneció al conde Duro, tiene una superficie de 12.000 metros cuadrados y sobre ella se levanta un conjunto residencial de lujo. La casa, de 850 metros cuadrados, cuenta con siete habitaciones, todas ellas con baño. Con interiores en madera de nogal, «de los que ya no se ven», su salón de grandes dimensiones permite disfrutar a través de grandes ventanales del resto de las edificaciones del jardín. Entre ellas, una piscina natural con puente que hace las veces de trampolín y que, según el propietario, en su día, cuando se construyó, «era la mayor piscina privada de España». Contiene 500.000 litros de agua, lo que da una dimensión de su tamaño. El detalle de la piscina radica en el puente de madera que comunica uno de los extremos con una isleta central.
Además, la casa dispone de cuadras para cuatro caballos, picadero propio y «tantos árboles y tan viejos como desde que empezó el mundo».
Especies frutales conviven con ejemplares autóctonos como los robles y hayas en un espacio por el que su actual propietario suele andar en bicicleta porque, como deja claro, fue adquirida como inversión hace 23 años y jamás ha vivido en ella. «Paso allí algunos ratos, para pasear en bicicleta y disfrutar del jardín, pero preferimos vivir en la ciudad frente a la playa», asegura.
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