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MARCOS MORO mmoro@elcomercio.es
Lunes, 23 de abril 2012, 10:27
Gijón mira al cielo más cerca que el resto de ciudades asturianas. 32 edificios residenciales tienen en la actualidad entre 15 y 22 alturas, mientras que en Oviedo sólo hay seis bloques de pisos que alcancen dicha talla.
La torre de Bankunión, en Álvarez Garaya, es desde 1959 el techo urbanístico gijonés. Mide 70 metros, exactamente lo mismo que el edificio más alto de Oviedo, que es la torre de Cajastur, en Teatinos.
Sin embargo, otro inmueble más antiguo de la ciudad está considerado como el primer 'rascacielos' construido en Asturias. Se trata del robusto y esbelto edificio a tres fachadas que preside desde su altura de nueve plantas el conjunto de la Plazuela, en la confluencia de las calles Menéndez Valdés y Capua. Un logrado ejemplo de racionalismo que fue precursor de la construcción en altura en la región en los años de la postguerra y cuya principal característica es el equilibrio: entre horizontalidad y verticalidad; entre líneas rectas y curvas; entre huecos y muros; entre superficies enlucidas y de ladrillo; entre superficie y altura.
Un libro de reciente publicación reivindica la vida y obra de Joaquín Ortiz, uno de los dos arquitectos que proyectaron en 1935 esta armónica mole que es anterior en el tiempo a La Jirafa de la capital asturiana, diseñada en 1952. El volumen, escrito por Higinio del Río, director de la Casa de Cultura de Llanes desde 1990, dedica uno de sus capítulos a la génesis del proyecto de esta torre con planta en forma de 'uve', diseñada al alimón por Ortiz y su amigo y estrecho colaborador, el arquitecto gijonés Manuel García Rodríguez. Ambos trabajaron en un estudio de la pequeña pero céntrica calle Menén Pérez. El primero fue arquitecto municipal de Llanes y el segundo, de Ribadesella.
Aunque el proyecto se firmó en 1935, la guerra y sus consecuencias impidieron su ejecución hasta 11 años después, con modificaciones y ampliaciones introducidas, ya en solitario, por García Rodríguez, toda vez que su socio tuvo que exiliarse. En su origen fue un encargo de Gonzalo del Campo y del Castillo.
Calefacción, radio y teléfono
Cada piso contaba con las instalaciones más avanzadas y lujosas para la época, con calefacción individual y tomas para teléfono y antena de radio en todas las habitaciones.
El proyecto que finalmente se llevó a efecto mantiene la idea fundamental de la solución inicial de 1935 en un momento en que el estilo racionalista deja de ser aceptado como lenguaje válido, según anota el historiador de la arquitectura gijonesa Joaquín Aranda en el libro de Del Río.
El edificio que finalmente se levanta como hito en la plaza de San Miguel consta de una planta de sótano, una planta baja destinada a locales comerciales, cinco pisos para viviendas (dos por planta) y un torreón, en la esquina, de tres alturas, las dos primeras destinadas a una vivienda dúplex y la última, a estudio independiente. En su composición exterior guarda un cierto parecido con el edificio 'Capitol' de la Gran Vía madrileña, que ha salido en películas como 'El día de la bestia'.
Joaquín Ortiz fue arquitecto municipal de Llanes desde 1929 hasta 1937. Fue cofundador de la Agrupación Socialista Llanisca y presidió en la villa el Círculo Republicano. En 1a Revolución de Octubre de 1934 desempeñó un activo papel y durante la Guerra Civil fue uno de los técnicos encargados del programa de fortificaciones militares en el centro y el oriente de Asturias. Después de la derrota del bando republicano, en 1939 se exilió en la República Dominicana (1940-1945) y en Venezuela (1945-1977), países en los que prosiguió su carrera como arquitecto.
La huella de Ortiz en la villa de Jovellanos también puede encontrarse en la iglesia de los Capuchinos. Al estallar la guerra, cuando la ciudad quedó del bando republicano, el Comité de Guerra de Gijón quiso derribarla, cuando el templo aún estaba en fase de construcción, pero el arquitecto municipal de Llanes consiguió evitarlo. Así se lo contó al autor del libro, Higinio del Río, el recientemente desaparecido Miguel Díaz Negrete.
Sin embargo, las obras más significativas del arquitecto Ortiz se encuentran en la villa oriental donde se le recuerda como un funcionario discreto que nunca buscó reconocimiento. A él se deben numerosos proyectos de viviendas unifamiliares -muchas de ellas encargadas por indianos- como los chalets de José María Noriega o Francisco Sordo, edificios de viviendas como el del 'Borinquen' o la casa de Contró, obras públicas como la antigua rula de Llanes, fábricas y almacenes, escuelas, consultorios médicos y sanatorios. También diseñó puentes, calles y plazas (como la de la Corrada de Porrúa, con un vanguardista templete para la música) y planificó obras de alcantarillado y abastecimiento de agua, así como el desaparecido hangar de la Cuesta de Cué.
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