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ALEJANDRO CARANTOÑA
Viernes, 13 de abril 2012, 02:29
José Manuel Ciria, español nacido en Manchester y afincado en Nueva York, dice ser un teórico antes que un pintor, un investigador antes que un artista, el ingeniero de un pensamiento que se filtra desde detrás de los lienzos hasta plasmarse en ellos. Dos bloques de su trabajo (uno pasional, 'Las cabezas de Rorschach', y otro calculado, significado en 'Memoria abstracta') llegan hoy a la galería Gema Llamazares de Gijón, hasta el próximo día 19 de mayo.
-Muestra dos bloques muy distintos. ¿Qué los une y los distingue?
-Por un lado, están las matrices sobre las que trabajo en lo abstracto, en las que la unión viene dada por el color, por un proceso propio. Las cabezas tienen ojos y expresión, nacen de otro sitio que tiene que ver con lo personal, en concreto con la muerte de mi padre y con una visita a la isla de Pascua.
-Son procesos diferentes, como dice. El que tiene que ver con lo teórico, piezas abstractas... ¿Por qué está guiado?
-Por la investigación. Se sustenta sobre una plataforma teórica, que tiene que ver con los fondos, con los colores: con un choque entre la abstracción figurativa y la geométrica. En esta hibridación, por ejemplo, introduzco en ocasiones figuras hechas para obligar al espectador a mirarlas todas así. Una interacción con el que mira que se da también en las cabezas, bautizadas por el test de Rorschach (ese en el que se muestran manchas y se construye un perfil psicológico).
-Tracemos un eje para el bloque investigador y otro para el 'pasional'. ¿Qué hay donde se cruzan?
-Yo lo llamo combinatoria. Es donde se encuentran todas las posibilidades, que pueden estirarse en un sentido o en otro hasta resultar en algo abstracto o en algo figurativo. Ahí, en esa zona, me interesa mucho averiguar hasta dónde se puede llegar por cada eje.
-Pero eso resulta en un discurso completo, que requiere ver todas las obras. Si uno se lleva una sola a casa, ¿con qué se queda?
-Con el lenguaje que se crea. Esa es la pata de la banqueta que define lo que estás haciendo; el verbo enfatiza uno de los aspectos; y la dicción lo expresa de forma concreta. Se lo dices a un hermeneuta y te dice que estás loco... Pero yo lo entiendo así.
-Si eso es así, ¿la explicación forma parte de la obra?
-No, estamos hablando de lo formal y nada más. Si nos metiéramos a desentrañar el sistema que se esconde detrás del cuadro, el que atraviesa todas las capas y permite hacerlos, entonces sí: en el mecanismo que subyace es donde está la auténtica obra.
-Su legado, entonces, no es artístico: es teórico. Si ese es es su valor, ¿qué queda en la superficie?
-La pintura no es una actitud, para mí. Es pensamiento, es discusión. En los 80 llegué a A.D.A., que es ese sistema que todo lo rige. Y se me ocurrió de noche, en duermevela, sin sentido: a partir de ahí se desarrolla el pensamiento. Pero resulta que al intentar dar con otra línea, solo se me reordena el que tenía. Lo que hago, en fin, es descomponer y flirtear con las posibilidades.
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