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Covadonga Querol, archivera del monasterio, muestra uno de los pergaminos que guarda. :: M. ROJAS
Historia en pergamino
Oviedo

Historia en pergamino

El Archivo de Las Pelayas reúne 3.500 documentos que relatan la historia viva del monasterio

MARÍA LASTRA

Domingo, 25 de marzo 2012, 14:36

Hace apenas dos semanas, los habitantes del valle de Sariego llegaron al Real Monasterio de San Pelayo para ofrecer sus productos del campo. Una acción que repiten anualmente desde 1996, cuando celebraron el milenario de la donación al convento, por parte del Rey Bermudo II, de este pequeño concejo de la Comarca de la Sidra. El documento de tal concesión, que custodia aún a día de hoy esta comunidad benedictina, es el punto de partida de su archivo. Era el año 996. Actualmente guardan ya 3.500 documentos, repartidos en 3.170 pergaminos. Un recorrido por la historia viva del cenobio ovetense, que describe su archivera Covadonga Querol. «Es un mundo que me apasiona», asegura sonriente. Y es que la historia de Las Pelayas con los fondos documentales ha sido siempre «intensa e importante». Durante casi 40 años, los bajos del convento estuvieron ocupados por el Archivo Histórico Provincial hasta que hubo que trasladarlo. La antigua Cárcel Provincial, tras una rehabilitación total, lo alberga desde marzo del 2010. Las monjas le ofrecieron al Ayuntamiento llevar allí el Archivo Municipal, pero no no llegaron a un acuerdo. y el Principado se quedó con los 850 metros cuadrados, destinados ahora a la Academia de la Llingua. Sin embargo, la pequeña sala que mantiene Querol en el propio cenobio, «no es nada espectacular, pero alberga grandes tesoros». El Archivo de San Pelayo es, según los investigadores, el más importante de los fondos documentales de la época medieval en toda Asturias. «No sabría decir cuál es la pieza más significativa», reconoce Querol. Quizás porque, como ella misma dice, «hay muchos motivos a tener en cuenta». Aunque la donación del Rey Bermudo es seguramente una de ellas. También los privilegios rodados, que contaban con el sello de rey en forma de rueda, o las 'cartas partidas por A.B.C.', un sistema para garantizar la validez de un documento. «Eran la única forma de comprobar su veracidad», explica la archivera. «Se copiaba lo acordado en la parte superior e inferior del pergamino y en el medio se dibujaban unos picos y se escribían unas letras. Cada una de las partes del acuerdo se entregaba a los firmantes y si necesitaba comprobarse con el paso del tiempo si era real, se hacía encajar ambos documentos», explica. Si los dibujos cuadraban no había duda de que era auténtico.

Además, a lo largo de los siglos la escritura «cambió mucho» y los pergaminos dan buena fe de ello. Al principio, el latín era el idioma rey, pero con el paso del tiempo «los orígenes del castellano y del asturiano se reflejan en estas obras», como las sucesiones en la corona. Son muchos los documentos reales existentes en el monasterio rubricados, entre otros, por Fernando I, doña Urraca, Alfonso VII, Fernando II, Alfonso X, doña Juana, Felipe II o los Reyes Católicos. Todos ellos hacían donaciones al cenobio o ratificaban las de sus antepasados «para que rezasen por ellos y conseguir así la salvación de su alma». Nueve de estos documentos reales conservan aún su sello de plomo, aunque muchos otros los han perdido por el camino.

No fue lo único que esta comunidad benedictina ha perdido en 11 siglos. Con la Guerra Civil «se sufrió mucho». Las monjas tuvieron que abandonar el convento cuando éste fue bombardeado y «se llevaron lo que pudieron». La guerra trajo el incendio y la destrucción del monasterio, que con enorme sacrificio y trabajo la comunidad reanudó. Los extravíos también fueron importantes mucho antes. Concretamente, en la Revolución Francesa. «Fue un desastre para el archivo», afirma Querol, que añade que «donde más se perdió fue en los fondos de papel porque no podían llevárselo todo». Aún así, la documentación en papel comprende 274 cajas, que se clasifican por materias, especialmente cuando se trata de libros. Tanto en pergamino como en papel el archivo se completa con los fondos documentales de otros monasterios.

Fondos externos

La compleja y milenaria historia del propio cenobio ha generado un acervo documental de considerable entidad. El archivo incluye, además de la documentación propia, fondos de otros monasterios asturianos que por circunstancias históricas «han llegado hasta nosotras». Se custodian en San Pelayo los fondos de San Bartolomé de Nava y Santa María de Villamayor, anexionados en la primera mitad del siglo XVI a San Pelayo con motivo de la Reforma emprendida por la Congregación de San Benito en Valladolid. Aunque no son éstos de los que más documentos conservan. En el siglo XIX, los monjes de San Vicente llegaban a sus últimos días como consecuencias de las medidas desamortizadoras «que afectaron a todos» y decidieron «depositar los documentos más antiguos en nuestra casa», recuerda Querol. En total, 2.211 pergaminos de los 3.170 existentes. Incluidos los más antiguos que conserva el monasterio. En circunstancias parecidas son acogidas las monjas, también benedictinas, de Santa María de la Vega, que fueron despojadas por una Orden del Gobierno Provisional de la Provincia del año 1854 de sus bienes y del propio edificio monástico, por lo que deben pasar sus últimos días en el convento ovetense, donde también depositan numerosos documentos. Igualmente, del monasterio de San Juan de Corias, San Pedro de Villanueva y San Salvador de Celorio conservan fondos Las Pelayas que, traídos quizás por monjes exclaustrados tras el proceso desamortizador, engrosan las tres grandes secciones monásticas.

Son muchos los bienes que estas monjas custodian y, por tanto numerosas las ocasiones en que los asturianos han ido a consultarlos. La sala de investigadores, abierta a cualquiera, «tiene normalmente bastante movimiento», reconoce Querol. «Ahora hay unos jóvenes con una beca que vienen prácticamente todos los días, alguna vez hemos tenido que llamarles para decirles que no había sitio», añade. Tan solo hay cuatro puestos. Para facilitarles el trabajo, todos los pergaminos se han digitalizado y «el archivo se renovó por completo». La tarea llevó más de 15 años y tardes completas de la archivera en el negocio donde se realizó. «Permanecía allí, sin moverme, por miedo a que cualquiera pudiera cogerlos», asegura Covadonga Querol. El proceso ha facilitado y mucho el trabajo. «Ahora pueden consultarse por concejos, localidades o fechas y es todo mucho más sencillo. Antes todo el que venía debía comprobar los ficheros uno por uno y podían pasar horas antes de encontrar lo que buscaba».

El proceso de digitalización esconde mucho trabajo detrás, pero lo cierto es que estas monjas no paran quietas. Además de las oraciones y los cantos, realizan trabajos de restauración de documentos de otros archivos históricos como el de Sevilla o Toledo. «Es increíble cómo llegan y cómo salen de aquí», comenta Querol halagando a las compañeras que realizan la labor. También les llegan encargos para transcribir obras. El tiempo que lleva dicha tarea es difícil de calcular, pero nunca es pequeño. Sobre todo, si se trata de documentos del s. XV y XVI, que tenían una «escritura endiablada». También cuidan de las hermanas más mayores «porque son nuestra familia» e incluso sacan tiempo para estudiar. Aún así, no hay ni un solo día en el que Covadonga Querol no dedique tiempo a sus pergaminos.

Actualmente ella es la única encargada de este archivo, al que acude todas las tardes porque «siempre hay algo que hacer». Lleva meses trabajando en la recolocación de los documentos y aún le falta más de la mitad. Cada uno de los pergaminos, pasa ahora a una nueva carpeta. «Antes iban 30 en cada una, ahora sólo 15 para conseguir que se conserven mejor» y a Querol le toca hacerlo sola. Hasta hace no demasiado contaba con ayuda, pero desde que el mes pasado falleciera doña Blanca, archivera del Histórico Provincial que acudía prácticamente todos los días a Las Pelayas, ya no es así. «Tenía algo especial, siempre era agradable estar con ella, nunca ponía una mala cara, ni hablaba mal de nadie», asegura Querol, recordando a la que también fuera su amiga.

Ahora no le queda más remedio que seguir trabajando, y lo mejor de todo es que lo hace feliz porque «esto me encanta». Querol permanece en la pequeña sala convertida en archivo, donde pasa varias horas cada tarde. Siempre llegan documentos nuevos, a los que ella de inmediato busca un hueco. «Es un monasterio vivo y consecuentemente el archivo crece día a día» La historia de Las Pelayas permanece guardada en forma de pergamino dentro de sus propios muros. Covadonga Querol la custodia para que nunca pueda borrarse.

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