El preferido de la orquesta

La elección del director titular de la OSPA tras el largo periodo Valdés fue ejemplar. En este sentido, el nombramiento de Rossen Milanov está en las antípodas del socorrido «aquí te cojo y aquí te pongo» o, como muchas veces pasa en la gestión cultural, limitarse al terreno de preferencias y favoritos 'a priori'. El sucesor de Valdés se hizo a través de un largo proceso que en la temporada pasada -creo que la mejor de toda la historia de la OSPA - pulió, aireó y en definitiva mejoró la calidad de la orquesta asturiana. Entre 14 candidatos, que dirigieron uno o dos conciertos de abono, se eligió, sin posponer demasiado tiempo, al titular: Milanov.

Entre los aspirantes a la sucesión de Valdés hubo directores que hicieron conciertos extraordinarios. El metal de la OSPA nunca sonó mejor que bajo la dirección de Ari Rasilainen, dirigiendo a Sibelius. Creo que la mejor versión de la OSPA del 'Tristán e Isolda', fue la dirigida por Guillermo García Calvo. El director chino Perry So era, al menos para mí, otro de los mejores candidatos, por su inteligencia, musicalidad y juventud. Y, por supuesto, la versatilidad de Lockington -su versión de Falla fue tan auténtica 'al modo hispano' como la de Vaughan Williams en clave inglesa- en su cierre de temporada. Sobre todos ellos se superpuso Rossen Milanov. El músico búlgaro de sólido prestigio, dirigió a la OSPA a principios de la temporada pasada con un programa difícil: La 'Cuarta sinfonía', de Prokofiev y el Concierto para violín y orquesta, de Chaikovsky, interpretado por la inolvidable violinista japonesa Akiko Suwanai. Milanov dio una impresión de control, austeridad, elegancia y claridad en los gestos, pero también, de cierta frialdad, especialmente en el Prokofiev que interpretó en el Jovellanos. Pese a ello, Milanov figuraba en las encuestas internas como el director preferido de los músicos de la OSPA. Hoy vemos que esa preferencia ha sido la clave y el pilar de su elección.