Un equipo con patria

Rominger, Olano, Unzaga, Mauleón, Gastón, Arsenio, Echave, Escartín... Fueron muchos y muy grandes deportistas a los que tuve la oportunidad de dirigir en una etapa inolvidable de mi vida.

Dentro de unos meses se cumplirán veinte años desde que el Clas-Cajastur ganara aquella inolvidable Vuelta a España de 1992 y diera un salto de calidad enorme. Creo que ha sido uno de los pocos equipos del pelotón que ha tenido patria de verdad. Asturias estaba totalmente unida a este proyecto y el apoyo que nos brindó la afición en aquellos años no lo podremos olvidar nunca.

Lo que son las cosas. Recuerdo que, al principio, Clas no confiaba mucho en el equipo. Le costó un poco, sí, pero pronto se dio cuenta de la calidad y el valor humano de la gente que había alrededor de este proyecto. Hernán Huerta Cantora, que era el responsable de la empresa por aquel entonces, nos ayudó a crear, además de un gran equipo, una familia. Gracias a él pudimos tener esa tranquilidad que necesitaba un grupo deportivo.

Volviendo al 92, la llegada de Tony Rominger supuso un salto de calidad y de mentalidad para el equipo. Era un corredor que había ganado vueltas de 6 ó 7 días, pero le faltaba la mentalidad necesaria para aguantar una carrera de 21 días. Aquí le dimos esa confianza sin presión porque, si le presionábamos, se venía abajo. Tenía que correr con confianza. Y vaya si lo consiguió.

Alguna vez me han preguntado con qué recuerdo me quedo de aquellos años. Si con aquella Vuelta... Pero no hay ningún momento concreto que me venga a la cabeza porque los técnicos disfrutamos poco en carrera. La alegría llega al final. Me quedo, sobre todo, con los grandes resultados y con la unión que se consiguió.

Tony llegó, incluso, a quedar segundo en el Tour. Podíamos haber hecho un grandísimo equipo con más continuidad, pero cambió la gerencia de Clas y Pedro Astals, el nuevo responsable, no contaba con el proyecto. Ahí se acabó. Llegó Mapei, un apaño. Todo cambió. Si hubiéramos tenido más continuidad...