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Luciano Castañón, erudito y poeta
Cultura

Luciano Castañón, erudito y poeta

PACHÉ MERAYO

Lunes, 30 de enero 2012, 13:07

«Fue un hombre en el más noble y esperanzador sentido de esa palabra», decía Antonio Gala al recordarle. Y no es el único grande que al elegir alguna de las verdades del poeta, novelista, dramaturgo, investigador, crítico, biógrafo, bibliógrafo y periodista que se fue hace ahora un cuarto de siglo (moría el 5 de enero 1987) elige las que daban lustre a su calidad humana. Y es que quien conoció a Luciano Castañón, Chano para los que fueron sus amigos, le recuerda como una enorme persona por encima de todas sus virtudes intelectuales. Gran amigo de Nicanor Piñole y Rubio Camín, con los que compartía largos paseos junto al mar -ese mar que veía desde su casa del Muro, cuando se sentaba dejando a la espalda su generosa biblioteca-, fue Luciano Castañón un gijonés de amores arrojados en sus páginas. Un escritor que siempre llevaba consigo una cuaderno de notas para impedir que las sensaciones, los hechos que pasaban por delante de su mirada, se esfumaran con la memoria.

Como recuerda José Antonio Mases, otro de sus buenos amigos, con el que compartió, junto a Silverio Cañada, los primeros pasos de la Gran Enciclopedia Asturiana -una de sus mayores creaciones-, Gijón siempre estuvo en sus escritos, «pero era partidario de desvanecer deliberadamente toda referencia textual a la ciudad», si bien, añade rápido: «Su atmósfera social, su paisaje urbano y entorno campestre, su tipología humana y ciertas particularidades del lenguaje local, e incluso algunas circunstancias históricas un tanto desdibujadas, están presentes en toda su obra».

Mases le memoriza siempre portando un «inexcusable 'papelín'», en el que anotaba palabras que había hallado en la calle, en una conversación marinera o al lado de un campesino que le hablaba de la lluvia y la soledad. Quería, cuenta su amigo, destinarlas todas al vocabulario general de la obra que entonces tenían en marcha. Siempre ilusionado, siempre embarcado en un proyecto erudito y siempre con la palabra justa en la boca y el vocablo nuevo en el bolsillo. Así le dibuja su amigo, pero él mismo se retrató en alguna ocasión. Cuando no había entrado en la cuarentena se veía como un hombre sencillo al que abrumaba «lo profuso y lo confuso». Se decía «buen asturiano» y como tal «liberal» de sentimiento. «Tengo hambre de vida», añadía. «Odio la subordinación. Me engaña fácilmente la gente pícara y siento una soterrada y permanente angustia». Se definía así Castañón diez años después de dejar la primera de sus grandes pasiones, el fútbol. No de dejarla, porque nunca la abandonó como espectador, pero sí de practicarla. Fue jugador profesional en el Sporting y llegó a ser traspasado al Cádiz y al Avilés. En 1954 una afección renal le aparta para siempre del terreno de juego y eso le permite centrar sus energías en el que sería su gran legado. Quienes han hecho semblanza de su paso por la vida, como el propio José Antonio Mases, destacan la unión de vocaciones como una de sus señas de identidad. No es tan común encontrar deportistas entre los intelectuales, ni intelectuales entre los deportistas. Él fue, sin embargo, uno de los mejores ejemplos de que esos esquemas están llenos de prejuicios. De hecho con su muerte, aquel 5 de enero de hace cinco lustros, cerraba los ojos un asturiano que fue ambas cosas. Para el profesor de la Universidad de Oviedo José Luis Campal, con su fallecimiento «se esfumó», una personalidad poliédrica, que tocó todos los palos de la vida, no solo de la escritura. Él mismo le retrata como «un divulgador incansable del periodismo ilustrado y de la crítica literaria», que a lo largo de dos décadas, mantuvo en este diario la sección 'Arte y Literatura' «en la que fue recogiendo rigurosamente», recuerda Mases, «el acontecer cultural no sólo de carácter asturiano, sino de ámbito nacional e internacional».

Insiste Campal que aquel invierno del 87 desapareció «uno de los mayores eruditos que en el último siglo dio nuestra región, el alma y capitán de proyectos decisivos». Una persona «con los más curiosos y profundos saberes acerca de todo lo relacionado con Asturias y lo asturiano». Y es que Castañón era gijonés de pro. Del barrio de La Arena, donde nació un 6 de abril. Pero también asturiano insigne, que volcó todo su talento en su ciudad, sin olvidar abrir la mirada a la totalidad del ámbito regional y se fija en todo. «Desde un recodo marinero de Lastres o de Ortigueira a un hórreo en Sobrefoz o al paisaje abierto de una majada en Ponga, en compañía de un pastor de cayau y zurrón o de Nicanor Piñole», rememora su amigo Mases.

Por ese motivo el profesor e investigador Campal argumenta rotundo que aquella tarde de enero que fue la última de Castañón se murió no un hombre sino varios hombres en uno, pues también fue «experto en artes plásticas que parecía abarcarlo todo y hacerlo sin lagunas», y extraordinario «bibliógrafo que, ficha a ficha, iba supliendo carencias» agudizadas con el tiempo.

De su labor de investigador incansable nació también la Enciclopedia Temática de Asturias, de cuyos siete primeros tomos fue coordinador. Todos estaban en su biblioteca, cerca de la Gran Enciclopedia Asturiana, que dirigió durante años. En unos nutridos estantes que miraban al mar, donde se rozaban no solo centenares de libros, sino millares de fichas y cientos de hojas sueltas -todas las que «rescataba de los papeles sobrantes de una imprenta»-. Había también noticias, literarias o no, «que solían llegarle desde cualquier parte del mundo en la carta de un asturiano exiliado». Todo era objeto de interés para él, que hallaba la vida en los libros, pero también en la vida misma, en los paseos que le llevaban de una punta a otra de la ciudad, la misma ciudad que hoy le recuerda y que lleva sin él un cuarto de siglo. La ciudad en la que le sobreviven sus hijos, Chema, faro de la Librería Paradiso; Jesús, el afamado ceramista, y Luciano y Paco, las almas del popular Café Gregorio. A los cuatro dejó una herencia, que ahora reconocen enorme y resumen en dos palabras: «Discreción y bondad».

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