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ALEJANDRO CARANTOÑA
Viernes, 27 de enero 2012, 03:39
Un «transgresor» que a la vez es monje. Un tipo sonriente, de gafas, que pide preguntas «atrevidas» desde su camisa impecable y abotonada hasta el final: este es Víctor Márquez Pailos, que ayer se acercó desde el monasterio benedictino de Silos, donde es prior, a su ciudad de origen, Gijón, para presentar 'Conversaciones en Silos'.
Sin conocer el contenido del libro, y sin que Márquez hubiera dicho una sola palabra aún, el resultado de la presentación ya se prometía, cuando menos, curioso: eran las siete y media de la tarde y en el salón de actos del Ateneo Jovellanos se dieron cita el satisfecho autor; el periodista que le ha acompañado en estas conversaciones, Jesús Fonseca; el poeta, crítico y asiduo compañero de páginas de Márquez en EL COMERCIO José Luis García Martín; y el colaborador de este diario Xuan Bello. Con ellos, el presidente de la institución, José Luis Martínez.
Bello y García Martín, especialmente el segundo, fueron los primeros en romper el hielo, en saltar sobre el tópico de la creencia y la religión. «Las religiones», lanzó el poeta, «son una burocracia, un negociado, con sus funcionarios y sus trámites, del Misterio, así, con mayúscula».
No en vano, decían los presentadores, la búsqueda de Márquez (siempre en silencio, siempre sonriente y sin tocar la botella de agua, que previamente había colocado con extremo cuidado) va por otros derroteros, por lo que Fonseca dio en llamar una «espiritualidad de la imperfección, y no de la perfección».
Él, que en unos días dejará de ser prior, atesoraba algunos pequeños orgullos que desnudó no sin cierto regocijo: «Veo rostros que se han extrañado de leer lo que han leído». Y seguía: «Si uno se atreve, por algo será».
A lo que se ha atrevido en este libro es a «tratar de dar respuesta» a las preguntas que a un «hombre que ya ha cumplido los cuarenta y pico» le han asaltado a lo largo de la vida: se atreve, incluso, con la sexualidad. O como decía García Martín, que había reparado en este segmento, el «amor erótico», en el que, para el crítico, al monje le faltan, por motivos obvios, «experiencias».
Este señalaba más tarde, preguntado por la «huida» intramuros de la vida que eligió, que aunque sí exista una huida efectiva «de uno mismo», Silos «está en el mundo», y viceversa. Es decir, la falta de experiencia o la mirada sobre el mundo que puede brindarle su ventana no le ha impedido concebir un libro «de amor». De acercamiento, apuntaba García Martín, «al hecho espiritual innegable» que está en cualquiera, y no necesariamente en un religioso.
Víctor Márquez ya se había venido arriba: «La espiritualidad es religiosidad sin institucionalizar»; y también apostilló, hablando sobre la Iglesia católica: «Esos dogmas férreos, rígidos, esos que todo el mundo critica forman parte de una Iglesia predicadora de la verdad que estuvo viva, y que de alguna forma aún lo está. Pero la sociedad ha cambiado... Ya nada es como Dios manda, vaya».
Como un músico en cualquier entrevista, Márquez huye «de las etiquetas. ¿Por qué no nos olvidamos de ser de lo uno o de lo otro, y no nos limitamos a ser hombres de buena voluntad?» No hay nada más valiente, dice, que «ser hombre, ser comprensivo, ser curioso»... Ser, como él, un «transgresor» en la abadía.
Por otro lado, el Ateneo Jovellanos acogerá hoy, a las 19.30 horas, la conferencia de Alejandro Macarrón 'El suicidio demográfico de España' y, el próximo 8 de febrero, Joaquín Pixán estrenar su interpretación de la 'Oda a Jovellanos'.
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