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RAMÓN AVELLO
Viernes, 20 de enero 2012, 03:37
La Filarmónica de San Petesburgo es por carácter, formación y años a sus espaldas, la más rusa de todas las orquestas rusas. En Asturias, la escuchamos varias veces. La más reciente, en el Auditorio Príncipe Felipe, a donde volvió anoche. Y donde volvió a exhibir su poderío. A los fortísimos rotundos, sin que el sonido se 'desfleque' o se rompa, se unieron la vitalidad rítmica, el perfecto empaste y las sutilezas sonoras. La colocación ya fue particular, contrabajos a la izquierda, metales enfrentados con estos y maderas al fondo. El director apenas se mueve, dirige con las manos, muy comedido en el gesto.
En la primera parte sonó una selección de 'Romeo y Julieta', de Prokofiev, que enmarcaron los dos números más vibrantes: 'Montescos y capuletos' y 'la Muerte de Teobaldo'. En medio, una sucesión de estampas y danzas de un gran lirismo.
En la segunda parte, Temirkanov dirigió una sólida y emocional versión de la 'Segunda Sinfonía', de Rachmaninov. Lo más emocionante, el tercer movimiento, con una actuación fantástica del clarinete solista. Todo unido a una estructuración cíclica muy bien llevada.
Al final, como guiño a España, una transcripción brillantísima del 'Tango' de Albéniz, con el que el Auditorio se levantó en aplausos ante una de las más sólidas orquestas que han pasado por el Auditorio.
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