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El tiempo de los matadragones
OPINIÓN ARTICULOS

El tiempo de los matadragones

Ahora, ella era la mataosos; si había vencido al dragón-cáncer, un oso de mierda no le duraría ni dos segundos

JOSÉ ÁNGEL CAPERÁN

Sábado, 24 de diciembre 2011, 03:37

Quién te ha dicho que las preocupaciones que hoy tienes en tu cabeza son importantes? Probablemente quienes han fracasado en situaciones parecidas o tú mismo te escudas en el miedo para no actuar. ¿Preocuparse, en tu caso, es sinónimo de pararse en el miedo?

Cuando Marta volvió a casa tras finalizar su tratamiento contra el cáncer sabía que no era ya la misma persona que entró asustada a la primera sesión de radioterapia, hacía ya cosa de un año. Marta no lo sabía, pero se había convertido en un ser superior, en la hada de los cuentos.

Sus sentidos se agudizaron al extremo de poder distinguir los siete tonos de azul que tenía un horroroso jarrón junto a su ventana a media tarde. Además, ¿sabías que ese jarrón podría servir de reloj de sol marcando los números en la pared del fondo? Se sorprendió de que nunca había contado cuántos escalones había entre el portal y la puerta de su casa. Hoy lo sabía porque aquella escalera era como subir a l'Angliru dieciséis veces. Se detuvo ante el espejo y, sin apenas reconocer su cuerpo, no lloró. ¿Por qué hay que llorar cuando una se ve por primera vez tras superar un cáncer? ¿Está escrito en algún sitio? Yo elijo no llorar. Su cuerpo estaba flaco y demacrado pero, eso sí, limpio, al menos por ahora.

Marta tomó conciencia de que era como una flor, bella en cualquiera de sus especies, pero temporal. ¿Por qué he sobrevivido? ¿Para disgustarme por mi trabajo de mierda? ¿Para quejarme de que no puedo irme de vacaciones? ¿Para echarme en cara el pasado y vivir arrepentida de mis errores? Puede sonar cruel pero. Marta había elegido sentirse mal por estas cosas. Como si el ser humano estuviera obligado a sentirse como todo el mundo ante cada cosa que te ocurre en la vida: hay que llorar si pierdes el trabajo, hay que sentir miedo si me deja mi pareja, hay que ponerse a dieta si no cabes en la talla 36. Hasta que topó de bruces con un dragón.

Cuando se tumbó en su cama, sobre la que tantas veces había llorado por sus novios-cerdos, por los hombres-inalcanzables, por sus amigas-traidoras, por sus tetas-insuficientes, por su culo-desmesurado, por sus padres-metomentodo, por su trabajo-temporal, por su compañera-trepadora, por la crisis-económica. Marta sintió que estaba sobre la camita de Ricitos de Oro, una cría estúpida que, afortunadamente, pronto iba a ser devorada por los osos. Ahora, ella era la mataosos; si había vencido al dragón-cáncer, un oso de mierda no le duraría ni dos segundos.

Marta tenía hoy el don de la relatividad, es decir, sabía qué era importante y qué no y, en función de ello, sentir y actuar. ¿Sabes que el don de la relatividad es un poder mágico que sólo te adquiere cuando has matado a un dragón? Es decir, algo lo suficientemente grande como para temer por tu vida y que deja a la altura del betún el 99,99% de los miedos diarios.

Cuando Marta releyó su diario una pelota de rabia empezó a hincharse en su garganta. En aquellas páginas, la Marta A. D. (Antes del Dragón) escribía lloriqueos que, en su momento, cubrían de desdicha miles y miles de minutos de su vida. Marta no pudo leer más. ¡Cuánto tiempo perdido! Ante sus ojos los cuatro males de los mortales: el miedo, el egocentrismo, el victimismo y la envidia. Son los cuatro pecados de los mortales que nunca llegan a vivir al 100% sus vidas.

Te podría decir que el 90% de las personas que mueren en el mundo ha logrado sólo el 50% de felicidad que podrían haber alcanzado. ¿Los que consiguen ser cien por ciento felices son mortales? Algunas religiones los llaman santos, los paganos los llaman hadas, los psicólogos los llamamos autorrealizados... Como no sé si sería capaz de matar un dragón para descubrir mis poderes mágicos prefiero aprender de los que han sobrevivido a batallas-definitivas y me sirvan de ejemplo.

Una de las cosas buenas que tiene esta profesión es que te encuentras a diario con matadragones que te hacen ver la vida con gallardía y sentido práctico.

Mata tu dragón o busca un hada para que te ayude.

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