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ALEJANDRO CARANTOÑA
Lunes, 19 de diciembre 2011, 03:37
Anda Gijón revuelto por el clima, pero María Luisa Prada espera en el calor del despacho familiar en el que trabaja con una sonrisa y una caja de bombones. «¿Quieres uno para endulzarte la vida?»
Lleva toda la vida escribiendo, pero solo unos años publicando. Es prolífica, sale casi a uno al año. Su última obra es 'La sombra del ámbar', publicada, como las demás, en la asturiana KRK. Hoy (19.30 horas) se presenta en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón.
-Estos días el tiempo es más protagonista que nunca. Momento idóneo para esta entrevista: ambienta con mucha referencia climática.
-Me ocurre cuando escribo lo mismo que cuando leo: que depende dónde vayas a hacerlo. Al escribir me ocurre lo mismo: a veces escribo en el despacho y a veces en la aldea. De todos modos esta novela está ambientada en Galicia, y se nota. La anterior la escribí en Andalucía...
-¿De dónde le sale la vocación?
-Desde siempre. Llevo toda la vida escribiendo. Un día les di cosas a leer a mis hijos y me dijeron «Mamá, pues esto está bien». Me animé a buscar una editorial, me dijeron que sí, que les gustaba... Y ya está.
-¿No les sorprende, a quienes le conocen, este salto a la literatura?
-Para nada. La sorpresa vino, más bien, cuando empezaron a llegarles comentarios positivos y elogios. Además, creo que hay una tendencia a considerar a los escritores, o a los músicos de fuera mejores que a los de aquí. Como si tu vecino no pudiera ser un buen escritor: los de fuera también son vecinos de alguien.
-Escribe sobre sentimientos. ¿De dónde bebe?
-No me atrevo a citar una inspiración porque estaría dejando fuera a muchos otros. Pero me inspiro en la vida, en lo que me rodea: por eso esta novela ha tardado un poco más, porque hubo unos meses malos que no quería que la ensombrecieran.
-Muy prolífica. ¿Cómo lo plantea?
-¿Es mucho? Tú conoces a más escritores que yo. A mí me parece natural: es como un embarazo, nueve meses. Otros tres para el editor y listo. Me sale naturalmente.
-Sí, un libro al año es bastante.
-Yo no me propongo nada. Escribo porque me gusta. Si cuando lo termino está, lo envío. Si no, hasta aquí hemos llegado: no le tengo miedo a la página en blanco porque escribo porque me gusta, me sale solo.
-¿No le ha condicionado ir sabiendo quiénes son sus lectores y qué es lo que les gusta?
-Hay de todo. Hay gente joven, hay gente mayorísima, hay lectores ávidos y algunos que me dicen que solo con mis libros son capaces de sentarse a leer. Tampoco hay diferencias de sexo; solo que algunos hombres me dicen: «Lo único, que me hiciste llorar». No es mi intención, yo me limito a escribir.
-Pero que todo gire en torno a los sentimientos es poner mucha carne en el asador: o sale muy bien, o muy mal. ¿No le asusta?
-Escribo sobre lo que me rodea: llegué a tratar los sentimientos políticos, en 'Una cita en Arlés', donde daba cuenta de la historia de un chiquillo de la guerra civil nacido en Ablaña y emigrado, que resultó ser Jacques Chirac.
-¿Cuál es su proceso de documentación?
-No escribo sobre nada que no haya visto. Me gusta mucho escribir y crear, pero (quizás por falta de creatividad), tengo que ir a recoger en el lugar que quiero describir. Esta vez, ha sido Fonsagrada.
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