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MARÍA DE ÁLVARO. ENVIADA ESPECIAL ROMA
Domingo, 27 de noviembre 2011, 15:13
Contundente por momentos, delicado por otros, intenso siempre y brillante de principio a fin. Así fue el concierto que anoche ofreció la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en el Vaticano en un auditorio con capacidad para 7.000 personas y con un espectador de excepción: el Papa Benedicto XVI, que agradeció la actuación emocionado y logró al tiempo emocionar con sus palabras, plagadas de referencias a Asturias y a España.
La OSPA, con Maximiano Valdés al frente, encaró un concierto difícil por las dimensiones del auditorio, pero con la buena acústica del recinto como aliada para un programa cien por cien español y escogido expresamente por el Papa, que, tal y como reconocía Valdés horas antes de tomar la batuta, «dijo que nada de requiems». Y nada hubo.
La música arrancó con la 'Danza ritual del fuego' de 'El amor brujo' de Falla, a la que orquesta imprimió toda su energía, para pasar después a la sutil delicadeza de 'Triana y Lavapiés', de la 'Iberia' de Albéniz, en versión para orquesta de Jesús Rueda, una joya con toques minimalistas y muy contemporánea. Volvieron de nuevo a Falla y a su 'Sombrero de tres picos', con momentos de especial emoción, para regalar después toda una fiesta: el 'Don Juan' de Richard Strauss, adornado en la percusión y con la orquesta tocando como un solo músico, en un bloque compacto y acompasado hasta el virtuosismo. El 'Capricho español' de Rimsky-Korsakov, con su 'Fandango asturiano' de cierre, sirvió para despedir sin rebajar la intensidad de una hora que quedará para la historia, puesto que acaba de convertir a la OSPA en la única orquesta española que ha tocado en el Vaticano ante un Papa.
Benedicto XVI llegó puntual a su cita con los asturianos. Aún no eran las seis de la tarde, hora prevista para el inicio del recital, cuando hizo su aparición en la sala, que le recibió en pie. El Papa ocupó la presidencia en una zona acotada en el centro del auditorio. A su izquierda, el presidente del Principado y el resto de la delegación de autoridades asturianas; a su derecha, destacados miembros de la curia romana. El Sumo Pontífice cedió todo el protagonismo a los músicos, a los que aplaudió después de cada una de sus piezas, igual que el resto del público, pero lo retomó al final, cuando se subió al escenario y, tras felicitar a Valdés y a todos los músicos, se dirigió al auditorio para agradecer «de corazón al Gobierno del Principado de Asturias, a la Fundación María Cristina Masaveu Peterson», patrocinadora del evento, y, naturalmente, a la orquesta «la posibilidad de hacer un viaje interior llevados por la música, a través del folclore, los sentimientos y el corazón mismo de España». Benedicto XVI, que empezó y terminó su discurso en español, aunque pronunció buena parte de él en italiano, quiso destacar el «hondo y rico carácter de la población española, y particularmente asturiana».
Las alusiones a España y muy especialmente a Asturias no se quedaron ahí. El Papa, que repasó cada pieza del concierto haciendo gala de su conocida melomanía, señaló cómo en el 'Capricho español' de Korsakov «se reconoce una antigua invocación asturiana con la que se pide la protección de la Virgen». Y hasta en su bendición final se acordó Benedicto XVI de Covadonga: «Que la Virgen María 'que brilla en la altura más bella que el sol, y es madre y es reina', como reza el himno a la celestial patrona de esas tierras, les protega siempre en su maternal ternura».
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