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DIEGO FIGAREDO
Jueves, 24 de noviembre 2011, 08:50
Dos caravanas, tres caballos, cuatro personas y cinco perros.
La familia Hemelrijk-Hondijk decidió hace once años soltarse las ataduras de una vida sedentaria y una rutina alienante. «Era más interesante viajar», sostiene, sin asomo de duda, Judith Hondijk, antes diseñadora gráfica. Después de seis años recorriendo Francia con su caravana 'Roulotte Papillotte', quisieron aventurarse al otro lado de los Pirineos. En marzo de 2007 cruzaban Asturias en dirección a Galicia y el norte de Portugal. Ahora, más de cuatro años después, regresan.
«Si viajas lento descubres los países de verdad, la cultura en la que no te puedes fijar yendo en coche», apunta André Hemelrijk, fotógrafo de profesión, en un buen castellano. En su anterior paso por el Principado no hablaban el idioma, ahora ya sí. Tanto ellos como sus dos hijas, Saphire, de 13 años, y Yentl Rose, de 11, hablan cinco idiomas. Un aprendizaje nada común en una vida nada común. Al inicio de su viaje pidieron un permiso al Gobierno de Holanda para poder educarlas por su cuenta. De hecho, el reportaje interrumpió la clase de inglés que André les estaba impartiendo.
El viaje continuo, de unos siete kilómetros cada día, no les impide disfrutar de la tecnología. Gracias a una placa solar tienen energía suficiente para tener, incluso, un ordenador. «Con conexión a internet, por supuesto». De hecho hasta tienen página web: roulotte-papillotte.com, donde cuelgan el lugar donde están en cada momento. Además de la educación de Saphire y Yentle Rose, lo que más llama la atención de esta familia agradable, abierta y simpática es cómo se ganan la vida.
«No tenemos muchos gastos», reconoce André. Para los pocos que tienen, trabajan el arte. Fotografía y cartelería, principalmente. Aunque Judith también hace maquillajes sorprendentes para niños, sobre todo en fiestas de pueblos. Una vida al día, sin hoy y sin mañana, tan solo el camino. Pero ahora vuelven a Francia para que sus hijas puedan establecerse, conocer la vida convencional y «labrarse un futuro». De su paso por Asturias destacan los «maravillosos» paisajes y la «calidez» de la gente.
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