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Marta Fernández y Víctor Grau durante su visita a Avilés. :: SERGIO LÓPEZ
Tecnología para el desarrollo
AVILES

Tecnología para el desarrollo

Después de formarse en Barcelona, ambos se incorporaron al D-Lab del Instituto Tecnológico de MassachusetsMarta Fernández y Víctor Grau unen la investigación y la cooperación

FERNANDO DEL BUSTO

Lunes, 21 de noviembre 2011, 02:20

Aplicar la tecnología al desarrollo era una aspiración de Marta Fernández y Víctor Grau que han logrado convertir en realidad a través del MIT D-Lab, el equipo creado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Oviedo, Barcelona, Avilés, Massachusetts y diferentes localidades africanas se enlazan en esta historia que ambos cuentan a LA VOZ DE AVILÉS aprovechando su estancia vacacional en la ciudad.

Marta Fernández estudió Ingeniería Química en Barcelona, donde conoció a Víctor Grau, que cursaba Ingeniería de Telecomunicaciones. Ambos jóvenes sintieron desde siempre vocación por el voluntariado. De hecho, se conocieron en Barcelona realizando labores de voluntarios. Al concluir sus estudios, los dos tuvieron la oportunidad de ampliar su formación en Estados Unidos. Ella en el MIT y él en la Universidad de Maryland. Concluyendo sus estudios, ambos se plantearon la posibilidad de realizar cooperación en un país durante un año.

«Siempre tuve esa inquietud y, al terminar, era el momento de hacerlo», comenta Grau. Fernández recuerda que no fue sencillo. «No es fácil acceder, es un mundo muy profesionalizado. Tampoco queríamos ir con organizaciones religiosas», explica.

Después de una primera experiencia en Bolivia, ambos confirmaron su vocación solidaria, pero también querían aportar sus conocimientos técnicos. «También vimos que era necesario completar nuestra formación científica», explica Víctor Grau.

La clave, en el MIT

Así, ambos regresaron a Estados Unidos donde Víctor Grau concluyó un máster y Marta Fernández una tesis en el MIT, donde continua trabajando. «Disfruté mucho con la tesis, me encantó a nivel intelectual y me despertó la pasión por la ciencia, por descubrir cosas nuevas», explica Marta Fernández.

Y, al tiempo, el propio Instituto Tecnológico le abrió la puerta para atender a su vertiente más solidaria con el D-Lab, un equipo enfocado hacia el desarrollo de los países empobrecidos y creció de un curso inicial a ser algo similar a un departamento con diferentes líneas de investigación. Estamos en el año 2003 y Marta Fernández se implica en el D-Lab. «Durante el curso recibíamos formación teórica y durante los veranos viajábamos a los países para trabajar con la contraparte y buscar una conexión entre tecnología y cooperación», recuerda.

A lo largo de este tiempo, el trabajo del D-Lab ha ido evolucionando. «En un principio, importábamos la tecnología, pero ahora trabajamos con las comunidades para que ellas definan sus necesidades y las ayudamos a encontrar sus soluciones. Con nuestros conocimientos, les aportamos un tiempo del que carecen», comenta Marta Fernández. Ella fue testigo privilegiada del crecimiento del D-Lab, al que en 2008 se incorporó Víctor Grau, que es uno de los directores.

Marta Fernández sigue cooperando pero también investigando en la Escuela de Medicina de Harvad y el Hospital General de Massachusetts en proyectos que vuelven a unir la cooperación y la tecnología, uniendo sus dos pasiones.

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