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OPINIÓN ARTICULOS

Genéricos, charcutería y psiquiatras

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA CARBAJOSA

Miércoles, 16 de noviembre 2011, 03:42

El Congreso de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) (que ahora se autotitula Congreso Nacional de Psiquiatría), celebrado en Oviedo, ha dado lugar a unas declaraciones absolutamente pintorescas, por no decir cómicas, de representantes de dicha sociedad, como las de los catedráticos de Psiquiatría de Sevilla y Oviedo, que defienden ardorosamente la primacía de la prescripción comercial de medicamentos psiquiátricos «de marca» sobre la del principio activo. Una descalificación tortuosa de los medicamentos llamados «genéricos», cuyo uso no deja de ampliarse (EL COMERCIO, 09.11.11).

Por lo que ellos dicen se deduce que los psicotropos son equiparables a los productos de charcutería: «Es como los jamones, todos salen de la parte trasera del cerdo, pero sólo hay uno que sea de Jabugo». Cabe honestamente preguntarse: ¿a qué viene este símil porcino? ¿Qué relación directa tiene el Jabugo con los buenos o malos medicamentos? Esto nos recuerda el dicho popular que dice, más o menos, que para que la salud esté en condiciones «buenos chorizos y buenos jamones». No está mal como propaganda de los excelentes productos de Tineo, por ejemplo, pero, viniendo de profesionales de la medicina...

Conviene señalar que la experiencia psiquíátrica ha confirmado, desde hace muchos años, que la marca de un medicamento (que no lleva el mismo nombre que el principio activo) es sólo el significante de la sugestión que puede ejercer en el paciente el nombre comercial de dicha marca y, por lo tanto, tiene de por sí beneficios muy limitados para el mismo, sobre todo en los trastornos psicóticos. Los medicamentos genéricos, farmacológicamente, son tan eficaces como los otros y su empleo lo demuestra cotidianamente. Su condena, sobre todo con paralelismos charcuteriles, no me parece muy halagadora para profesionales de la psiquiatría. La ahesión incondicional a la marca, y a la posible sugestión que ella puede ejercer, no es muy científica. Sólo protege el poder del presciptor, pero a nadie más. Significa el sometimiento de los profesionales de la medicina a la política económica de la industria farmacéutica, pero no favorece la salud y el tratamiento correcto de los enfermos mentales.

Los beneficios de esa política son los de los laboratorios en primer lugar, pero no tienen porqué coincidir con los del paciente. Hay otro tipo de beneficios que esta industria ofrece: congresos, viajes internacionales, ensayos clínicos dudosos, etcétera. Al fin y al cabo, se comprende que la industria del fármaco intente controlar la receta. Se está viendo en todos los países del mundo, porque ante todo tiene que vender y cuidar sus beneficios; por eso, gasta mucho más en propaganda que en investigación, según nos informa la OMS. Pero aquí la SEP no entra. Tampoco entra en presentar planes concretos ni investigaciones suficientemente fiables sobre la efectividad real de los medicamentos genéricos o de los «de marca». Declaraciones como las que acabamos de leer contribuyen a crear confusión en el usuario y desconfianza en los pacientes. Abren la vía para que estos últimos se pregunten, ante la prescipción de un psicofármaco, si presenta el mismo dilema de los jamones: «¿De Jabugo o de Guijuelo?».

No estaría de más, a propósito de los genéricos psicotropos, conocer la opinión de la otra sociedad existente en España de profesionales de la psiquiatría y de la salud mental, de amplia y variada representación profesional y mayor antigüedad: la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN). Sería interesante que se diera a conocer la opinión de su presidenta, jefe de servicio del Hospital Universitario de La Paz, profesora asociada del Departamento de Psiquiatría de la UAM y vicepresidenta de SMES-Europa.

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