Solistas de la OSPA

LHace poco menos de un año, en diciembre del 2010, Benjamin Bayl dirigió en la Catedral de Oviedo el 'Mesías' interpretado por la OSPA y el Coro de la Fundación Príncipe de Asturias. Aquella fue una versión rigurosa en cuanto al estilo, pero sin ahogar la imaginación y fantasía. El jueves en la Casa de Cultura de Avilés y ayer en el Auditorio, Bayle volvió a reencontrarse con la orquesta asturiana en un programa de obras del clasicismo -el primer Beethoven, el Mozart intermedio y el maduro Haydn - que para toda orquesta sinfónica son algo así como el aceite en un motor o los ejercicios respiratorios en un actor o cantante. El clasicismo engrasa y desentumece a una orquesta.

Bayl busca la sonoridad estereofónica como envolvente del diálogo. De ahí nacen las colocaciones peculiares, por ejemplo violines primeros y violines segundos enfrentados a derecha e izquierda en la obra de Mozart. Busca, y consigue, la claridad del fraseo, la riqueza del color, la naturalidad del tiempo y la fidelidad estilística, a veces algo impregnada de un ligero barroquismo. Todo ello cuajó plenamente en la 'Sinfonía Londres', de Haydn, impregnada de una atmósfera prerromántica y, especialmente en el último movimiento, de un color de resonancias folklóricas.

Sin duda, un gran aliciente de este concierto fue que en la 'Sinfonía Concertante para oboe, clarinete, fagot y trompa', de Mozart, los solistas son músicos de la OSPA. La concepción de Bayl de esta obra es un diálogo a varias bandas: la orquesta dialoga con ella misma; la orquesta dialoga con los solistas y viceversa, y, finalmente, los solistas dialogan entre ellos. Y en esta suma de diálogos, los solistas de la OSPA tejieron una red de confidencias y emociones compartidas. Impecables todos, y grandiosos Ferriol (oboe) y Weisberger (clarinete), que protagonizaron un segundo movimiento para escribirlo en bronce. Asombra pensar que estos solistas excelsos son los músicos de nuestra orquesta.