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Javier Loring, en una imagen tomada en 1996. :: E. C.
«Javier Loring fue un gran defensor de la pesca sostenible y mejor persona»
GIJÓN

«Javier Loring fue un gran defensor de la pesca sostenible y mejor persona»

Pertenecía a una de las familias de la burguesía financiera asturiana y fue presidente de la Asociación Asturiana de Pesca Fluvial

DIEGO FIGAREDO

Miércoles, 26 de octubre 2011, 10:40

El lunes falleció uno de los empresarios más notables de Gijón, Javier Loring Armada, que también fue un gran enamorado de la pesca del salmón ya desde su juventud. En 1991, después de ejercer diversos cargos en la directiva de la Asociación Asturiana de Pesca Fluvial, accedió a la presidencia, y comenzó a aplicar su particular forma de entender su pasión, que algunas veces le llevó a «priorizar al salmón sobre el pescador», como recuerda Avelino Menéndez, actual vicepresidente de la asociación que también lo fue durante la presidencia de Loring, entre 1991 y 1998.

Nacido en Gijón en 1948, hijo del industrial y cofundador del club de golf de Castiello, Javier Loring Guilho, y de Concepción Armada Ulloa, ambos fallecidos, tenía seis hermanas y un hermano, todos ellos muy arraigados en la sociedad asturiana. Con tan solo 16 años pescó un jovencísimo Javier Loring su primer salmón. Estaba en compañía de su padre, quien le inculcó una afición a la pesca que ya nunca abandonaría. Desde entonces compaginó su formación y posterior desarrollo profesional en empresas familiares, algunas de ellas vinculadas al puerto de El Musel como Consignaciones Asturianas, y la importadora de carbón, Asturiana de Combustible, con la cultura fluvial asturiana y todo lo que rodeara la pesca del salmón.

Sus amigos y conocidos destacan de él «su don de gentes, su gran amabilidad y simpatía que siempre le dejaba una puerta abierta allá donde iba», relata Avelino Menéndez. Por ello, su muerte, a la que llevaba esquivando durante varios meses por complicaciones tras una intervención quirúrgica a la que fue sometido el pasado junio, «fue un auténtico mazazo» tanto para los aficionados a la pesca deportiva como para quienes le conocían.

«Se ha ido un hombre extraordinario», reconocía ayer al conocer la noticia el actual presidente de la Asociación Asturiana de Pesca Fluvial, Delfín Puente. «Era más que un amigo, hablábamos prácticamente todos los días», explica, visiblemente abatido. «Era un hombre adelantado a su tiempo», cuenta Puente, e ilustra su afirmación con una anécdota que dice mucho de su manera de pensar sobre su deporte favorito: «Hace 20 años estábamos pescando juntos en el Narcea, concretamente en el coto La Llonga. Javier hizo un lance con la mosca, y a la tercera varada clavó el salmón, le ayudé a trabajarlo y finalmente lo cobró. Cuando lo teníamos en el pedregal, casi muerto, asfixiado, Javier se quedó un largo rato mirando para el, en silencio. Luego rompió a llorar. Me impresionó y comprendí que se arrepentía de haber matado al salmón». Por eso destacó siempre como uno de los principales protectores de esta especie, a la que consideraba el rey de los ríos, y también por eso trató siempre de promover «su pesca con artes no lesivas y devolverlo al agua una vez pescado».

Desde otras asociaciones asturianas de pesca también se quiso reconocer su labor. Antón Caldevilla, de El Esmerillón, hizo referencia a «su gran prestigio», y afirmó: «Ha muerto un gran defensor de los salmones». Pese a que «últimamente teníamos discrepancias respecto a la pesca porque él defendía su conservación sin muerte», los ríos asturianos «le deben muchísimo». Incluso cuando «hubo problemas, hace algunos años, se fue a Escocia e Islanda a traer huevas para repoblar los cauces».

Ayer incluso el presidente del Principado, Francisco Álvarez-Cascos, reconoció su labor «en defensa de los ríos». Fue durante el Fórum de EL COMERCIO celebrado en Oviedo, y cuando precisamente le preguntaron sobre la política de pesca de salmón cuando recordó a quien fuera su amigo e hizo extensivas sus palabras de condolencia hacia la familia Loring.

Perteneciente a una de las familias de la burguesía industrial y financiera asturiana, estaba casado con Carmen Tartiere Pidal, era padre de cuatro hijos y abuelo de tres nietos. Sus restos ya han sido incinerados en el Tanatorio de Gijón, en la intimidad familiar, pero el próximo lunes día 31 se oficiará un funeral por su eterno descanso a la una de la tarde en la iglesia de San Julián de Somió.

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