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Francisco Berciano, médico pediatra, el pasado viernes en la redacción de LA VOZ DE AVILÉS. :: S. LÓPEZ
Tres décadas entre niños
AVILES

Tres décadas entre niños

El doctor Berciano es el pediatra de dos generaciones de avilesinos, además de ejercer la labor docente en la Facultad de Medicina

PPLL

Domingo, 23 de octubre 2011, 13:40

Francisco Álvarez Berciano es leonés de nacimiento pero se considera avilesino «de adopción y, aunque no puedo decir que lo soy por los cuatro costados, como es evidente, sí que me considero de aquí». Y es que el haber vivido 56 años en la villa -llegó poco después de cumplir tres años-, ha acabado imprimiendo carácter en el que es uno de los más veteranos pediatras de la comarca. Una profesión que, asegura, «junto a la vida con mi familia me llena por completo, porque casi no sé hacer otra cosa».

Pero si hablamos de marcar, la primera llamada que sintió Berciano por la medicina tiene nombre, apellidos y humanidad a espuertas: el recordado doctor José Vallina. «En aquellos años -los cincuenta y sesenta- era normal tener un médico de cabecera particular en cada familia, ya que la Seguridad Social no funcionaba como ahora», recuerda. Vallina, fallecido hace apenas dos años «era más que un cirujano y un internista; hoy es difícil encontrar facultativos que abarquen tanto conocimiento en tantos campos», explica. Fue él quien dio a un joven Berciano las nociones de auscultación «cuando todavía era estudiante de PREU en el San Fernando», rememora agradecido.

Una vez orientada esa vocación, el paso lógico fue emprender los estudios en la Facultad. Oviedo era el destino, y guarda de aquellos años «un estupendo recuerdo, porque yo pertenezco a la primera promoción, la del 75». Una época en la que, aunque en 2011 resulte extraño, eran muchos los médicos y estudiantes que fumaban por los pasillos la propia Facultad. «Pero nunca dentro del aula», explica Berciano, «por una cuestión de respeto y porque no estaba bien visto».

Sin embargo, los tiempos cambian y aunque hay guerra abierta contra el cigarrillo «hoy se ha perdido mucha de aquella cortesía reverencial, como la de levantarse cada vez que entra el profesor», añade.

Y es que Berciano, además de médico en el Hospital San Agustín y en su consulta, ejerce la docencia universitaria en una especialidad, la citada pediatría, a la que llegó casi de casualidad. En quinto curso le parecía una asignatura difícil, pero se dedicó por completo a ella durante ese verano y acabó sacando matrícula de honor. De ahí, pasó a hacer la especialidad, ejercer de residente y abrir su consulta, hecho este que coincide con la llegada de los años ochenta.

Niños y pacientes

En estos más de treinta años, Berciano asegura que «los niños no han cambiado, quien sí lo ha hecho ha sido la sociedad». Para el pediatra, los pequeños mantienen el mismo espíritu cándido, sin los 'vicios' que ya tenemos adquiridos los mayores, en alusión «a que son puros, sin malear» y que mantienen «unas ideas que a menudo se van perdiendo con el crecimiento».

Las reacciones de temor ante el médico son exactamente iguales, pero Berciano se muestra convencido de cual es la fórmula para salvar esos temores: «hay que ganarse su confianza», y una vez que el niño ha perdido el miedo a un pinchazo o una exploración «se hace tu amigo y colabora contento». Y las anécdotas en la consulta "son muchas, siempre con mucho humor e ingenuidad".

Lo que ya no lo es tanto es no poder dar siempre un diagnóstico favorable. «Dar una mala noticia, sobre todo a los padres, es la cruz de esta profesión, que tiene su lado contrario y positivo cada vez que puedes anunciarles la curación del niño». Aunque nota el doctor que «en estos años sí que ha crecido el temor a ponerse enfermo, y ha disminuido la confianza en el propio organismo».

Aconseja que «no hay que precipitarse y traer al niño al médico al primer pequeño síntoma, a menudo una fiebre se queda sólo en eso». Quizá sea la única 'pega' que vea desde su posición: una excesiva sobreprotección paterna y también «cierta falta de humanidad en algunos ámbitos hospitalarios». Pese a ello, sabe que en la sanidad «no debe prevalecer lo científico sobre lo humano, ni tampoco lo contrario, pero debemos evitar ser insensibles ante el dolor de pacientes y familiares», asevera.

Bien podría ser este un rasgo que defina el aprecio que se le tiene a Francisco Berciano en la profesión y entre padres. Ya es normal que vayan a su consultas pacientes de segunda generación, o sea, hijos de niños que él mismo trató en los años ochenta y noventa. Ellos y su familia, que cuenta con relevo médico en la persona de su hijo -sin olvidar que su hija es abogada y periodista- son el motor de una vida que, en casa y en el trabajo, siempre ha estado rodeada de niños. Porque la risa de un pequeño, sobre todo cuando sana, es oro puro.

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