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Los seudópodos del Papa
OPINIÓN ARTICULOS

Los seudópodos del Papa

En el mundo actual, con la crisis por la que atravesamos, la teología se ha asociado con la ciencia de la economía para obtener más rentabilidad y se ha divorciado de la física

JOSÉ CARLOS RIVERA FERNÁNDEZ

Martes, 27 de septiembre 2011, 04:37

Veo que se sigue hablando en los medios de comunicación de la Jornada Mundial de la Juventud cristiana, por lo que voy a dar mi humilde opinión sobre el evento. Coincidí por casualidad en Madrid con los prolegómenos de la visita del Papa. Aterrizaba en el aeropuerto de Barajas en un vuelo procedente de La Habana. Me encontré con un despliegue policial sin precedentes. No sabía nada del evento, hasta que después de la ducha reconstituyente en el hotel, me dio por conectar la tele para ver cómo iban las cosas por aquí. Venía de otro espacio y de otro tiempo, donde el 'Granma' era la hoja parroquial de la realidad, en el que Ernesto 'Che' Guevara gozaba todavía de plena actualidad y en un canal de la televisión cubana, aparecía sempiternamente Hugo Chávez hablando de la revolución bolivariana, adorando a su mito Fidel. La televisión me puso al día de lo que se avecinaba en Madrid. Tres días después se celebraba la JMJ.

Los seres humanos en todas las latitudes buscamos un fundamento último de las cosas. Tratamos de llegar a él por distintos caminos y los nombres con el que lo designamos son distintos. De ahí existen las religiones como una de las vías para identificarlo. El Papa, para los cristianos católicos, es el representante del fundamento último, el Dios de las sagradas escrituras. Él representa a la Divinidad y, por consiguiente, obra en nombre y en lugar de la Divinidad. Si además los poderes políticos y mediáticos le proporcionan espacios, tiempos, alfombras rojas y favores especiales, lo tiene todo para que el poder de una determinada religión se vea reforzado y actúe sobre las conciencias de los creyentes, al servicio de intereses que no son precisamente religiosos. Con todo el respeto a los que asistieron a la JMJ, no me pareció que tuviesen conciencia del carácter instrumental de la religión. Masa uniformemente súbdita con un fundamento, sin duda, de vulgaridad universal. Tampoco se dieron cuenta del poder que ejercía sobre sus conciencias en su raíz más delicada: la religiosa. Nunca se presenta una determinada religión como un medio al servicio de la religiosidad del creyente, sino como un fin en sí mismo. Es curioso cómo la Iglesia Católica sabe utilizar las estrategias del poder para mantener su presencia en todo el mundo.

Me di cuenta siguiendo el evento que la profecía que auguraba el fin de toda religión y el «Dios ha muerto» nietzscheano del siglo XIX no se realizó. Hay muchos jóvenes, en pleno siglo XXI, que optan por las creencias religiosas en vez de optar por el argumento fuerte de negar la existencia de Dios o de cualquier entidad sobrenatural, o la negación de seguir vivos más allá de la muerte, porque no resulta cómodo. La creencia es la solicitación de un confort ciego. Es más cómodo creer en Dios, porque los que no conocen a Dios parece que viven en un mundo irreal. La noción de realidad trascendente nace de la descripción de un mundo dictado. Creer es un acto racional y a la vez sentimental. Los seres humanos corrientes no están seguros hasta que una opinión generalizada les reafirma. Es fácil pensar, decir y hacer lo que les es dictado por sus semejantes, de tal manera que depositan su certeza en el rostro de los otros. ¿Qué está pasando para que los seres humanos vuelvan a creer ciegamente en las religiones y el Papa goce del poder de mover a las masas? ¿No será que estamos asistiendo a la muerte del pensamiento de la Ilustración? ¿No será que la ciencia y la tecnología no han resuelto los problemas humanos sobre el sentido de la existencia? ¿Estaremos asistiendo a un nuevo resurgir del fervor e irracionalismo religioso?

En cualquier caso, probablemente estamos retornando al principio del que partíamos: del mito pasamos al logos y ahora volvemos al mito. Eterno retorno de lo mismo. No olvidemos que la creencia cristiana en un Dios creador del Universo, que lo hizo funcionar de acuerdo a ciertas leyes que lo hacen estar ordenado con ciertas regularidades, nos impulsó a pensar que el mundo no es arbitrario y podemos entenderlo observando cómo se comportan las cosas que existen; esto abrió el camino al método experimental. En la historia del pensamiento, varios filósofos y científicos armonizaban ciencia y religión. Descartes pensaba que las leyes de la naturaleza son las adecuadas porque eran normas que había impuesto Dios a su obra. Kepler, cuando formuló las leyes del movimiento de los planetas, creía que Dios era el gran geómetra. Newton consideraba el espacio como el 'Sensorium Dei' o su órgano de los sentidos, con el que se comunicaba con el mundo, y por eso estaba en todas partes, porque era el espacio.

En el mundo actual, con la crisis por la que atravesamos, la teología se ha asociado con la ciencia de la economía para obtener más rentabilidad y se ha divorciado de la física. El Dios cristiano habla el lenguaje del Fondo Monetario Internacional. El Papa no está del lado de los pobres, sino del lado de aquellos que expolian a otros seres humanos. Vamos a ilustrarlo con un ejemplo, utilizado por Franz J. Hinkelammert, sobre el cambio que se introdujo hace unos años en el 'Padre Nuestro' por parte de la jerarquía eclesiástica. En una frase de la oración se decía: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». El texto se cambió por este otro: «Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Este cambio, que aparentemente no tiene ninguna importancia, significa que ya no se ofrece el perdón de las deudas porque las deudas resultan legítimas. Las deudas son legales, las ofensas no, porque son la transgresión de una norma y ésta no debe ser transgredida. Por consiguiente, se establece la justicia de las leyes en tanto que, al perdonar las deudas, estableceríamos la injusticia de una ley válida, que obliga al pago de una deuda, aunque sea impagable, como la deuda externa de algunos países.

Así pues, con esta variación en el texto del 'Padre Nuestro', la economía se impone a la teología y la ha puesto a su servicio, dado que las leyes del mercado son la expresión de la justicia. La ley del mercado, como una ley absoluta y que jamás puede ser violada en nombre de la justicia, porque es una ley de Dios. Pagar lo que se debe, porque es lo estipulado en los contratos concertados entre los que participan en el Dios mercado, lleno de discursos ampulosos, vacíos y con muchos efectos especiales. Bonito mensaje de fraternidad y justicia. Curioso, ¿eh?

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