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RAMÓN AVELLO
Lunes, 19 de septiembre 2011, 11:01
En la fiesta en casa del príncipe Orlofsky (Jossie Pérez), Gabriel Eisenstein (Gabriel Bermúdez) que se hace pasar por marqués pregunta a la doncella de su mujer Adele (Chen Reiss), que finge ser una gran dama llamada Olga: «Señorita, ¿siempre fuisteis Olga? A lo que responde Adele: «Señor Marqués, ¿habéis sido siempre marqués?» En 'El Murciélago', la opereta de Strauss que ayer llegó al Campoamor, nadie es quien dice ser, sin embargo, hay algo auténtico que no es postizo o accesorio. Más allá de las risas y de aplausos especialmente generosos tras caer el telón, cuando el público sale del teatro tarareando 'por lo bajinis' y con el cerebro impregnado de la melodía del vals del Murciélago, esto quiere decir que la opereta funciona. Y ayer por la noche, era evidente que algunos salían del Campoamor a ritmo de valses y de polkas.
Mario Pontiggia, director y adaptador escénico de 'El murciélago'envuelve a la obra de una vaga ambigüedad. Por lo pronto y por otra parte como suele ser bastante habitual en los escenarios del mundo mundial, traslada la acción de la Viena de 1870 a un tiempo más cercano, pero impreciso, entre el siglo XX y la actualidad. También cambia el ambiente en el que transcurre la comedia que podría pasar de los alrededores de Viena a los alrededores de Oviedo; Las Caldas, sin ir más lejos. Referencias a Villabona en el tercer acto que se celebra en prisión, alguna alusión a un restaurante local de proyección universal ovetense o, sin ir más lejos, la cita, simpática y transgresora, al 'Asturias Patria querida' -dentro de un ambiente etílico y festivo- pintan este 'murciélago' con pigmentos locales. Lo más peculiar de la dirección escénica fue el alargamiento del segundo acto con la introducción de una pequeña gala lírica en la fiesta del príncipe Orlofsky. Actuaron Ana Nebot, un aplaudidísimo Alejandro Roy que cantó 'Recóndita armonía' y Rocío Martínez con el vals de Musseta de la 'Boheme'. Esta gala fue quizá demasiado larga y ralentizó un poco la acción. De hecho el primer acto tuvo un ritmo más ágil y propio de opereta que los demás.
La fama y la permanencia de 'El murciélago' no está en su trama teatral sino en su música en la que los vuelos sinfónicos se dan la mano con danzas, cuplés, arias, concertantes y coros. Eric Hull, director canadiense de formación vienesa, realiza, al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, una muy solvente versión. Hull conoce muy bien la partitura y al frente de la OSPA llevó una versión muy flexible en los tiempos animada y muy plástica. La obertura inical fue muy aplaudida. Respecto a los coros cumplieron su función especialmente en el segundo acto. Sin embargo, el breve cuerpo de baile que cerró este acto con una polka un tanto destartalada estuvo poco acompasada.
Actuaciones convincentes
No solo cantantes, sino también buenos actores -incluso hay papeles que no cantan, como el del carcelero, interpretado con gracia por Joaquín Carballido - se precisan en 'El murciélago'. En primer lugar y aunque se le puede considerar como un espontáneo habría que destacar la arriba mencionada actuación del tenor gijonés Alejandro Roy. Respecto a los protagonistas de la obra estuvo muy en su papel la soprano Chen Reiss como Adele. Su cuplé 'Señor Marqués' y otras intervenciones a lo largo de la obra resultaron muy convincentes. Jossie Pérez es una mezzosoprano que encarna al príncipe Orlofsky con gracia y arte. Resultó muy atractiva su desgarrado bis de una canción francesa de la época de Edith Piaf. Enric Martínez-Cantignani fue Fran, el director de la cárcel, un personaje con notable bis cómica. Peter Edelman como doctor Falke, convincente como actor, pero con limitaciones como barítono. Aunque el papel de Von Einsestein tiene partes comprometidas por la tesitura aguda, Gabriel Bermúdez, que es un barítono, lo abordó con plena solvencia. Finalmente Mariola Cantarero, pese a alguna inseguridad en el sobreagudo, hizo una actuación apropiada, especialmente en las zardas.
En definitiva el público se divierte con las polkas y valses. Quizás el alargamiento (casi cuatro horas con los descansos) provocó que la opereta perdiese agilidad y viveza a partir del segundo acto. Sin embargo, el resultado final es bueno. El público aplaude y se divierte con esta 'Venganza del murciélago'.
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