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CRISTINA COTO DE LA MATA
Jueves, 4 de agosto 2011, 04:39
Un día antes de conocerse en Asturias el enésimo retraso de las obras de la variante de Pajares -y no será el último, puesto que hablar de 2014 es, como mínimo, una intencionada previsión optimista propia del momento preelectoral que vivimos-, Pepiño Blanco se trasladaba a Galicia a esforzarse en convencer a los gallegos de que ellos, ellos sí, tendrán AVE en 2015. Aquí, insisto, nos anuncian un nuevo retraso de dos años y, a la vez, que tampoco nuestro incierto AVE tendrá el ancho internacional, sino el español propio de los trenes de mercancía y Alvia.
Asturias, «el país pequeño, alejado, y aislado por barreras suficientemente poderosas -incluidas las barreras políticas regionales- (.)» tal y como citaba Francisco Álvarez-Cascos en su declaración del pasado 2 de enero, no merece ni el esfuerzo del ministro del ramo en venir a tratar de convencer; ni el intento -por baldío que a estas alturas ya resulte- de tratar de explicar (porque tolerarlo es misión imposible) por qué si la normativa europea, tanto la de carácter ferroviario como la reguladora de los Fondos Estructurales Europeos con los que se cofinanció la variante de Pajares, asocia el ancho internacional a la alta velocidad ferroviaria, Asturias tiene que padecer el ancho Renfe, una opción nacida en el siglo XIX y caduca, por tanto, a estas alturas del XXI. Paralelamente, y como en cada inicio y fin de vacaciones, kilómetros de retenciones en el Oriente y en el Occidente, en el contexto de una autovía, la del Cantábrico, a la que se ha aplicado un ritmo «de perfil bajo», como diría Rajoy, de tal modo que debiendo estar terminada en 2009, al momento presente no hay ni fecha de finalización. Pero esto es Asturias, y 32 años de socialismo pesan mucho; pesa la aceptación, la sumisión al camarada de Madrid, en el contexto de un PSOE que, hasta el pasado 22 de mayo, había logrado hacerse con toda Asturias, incluido el PP.
El nuevo Gobierno de Foro Asturias ha traído el cambio necesario para subirse al tren de la recuperación económica, un cambio a practicar día a día, desde el empoderamiento, desde el refuerzo de la propia dignidad, que impide aceptar todos estos agravios, que son los citados y muchos más. Con España no estancada sino en clara recesión, a Zapatero le han obligado a convocar elecciones, a reconocer de manera pública su propio fracaso, un fracaso que, como sabe toda España, es tanto de él como de quien ha sido el hombre fuerte del Gobierno, el ínclito Rubalcaba, al que ahora intentan vendernos como la joven promesa que nos sacará de la crisis, ya que él, no lo olvidemos, «sabe qué hacer para crear empleo, lo sabe.». Es una verdadera lástima que no nos ilustrara antes con sus profundos y reservados conocimientos, antes de llegar al dramático 21% de tasa de paro en que nos acabamos de situar.
Las elecciones del próximo 20 de noviembre son trascendentales para Asturias, porque ninguna otra región ha sido tan maltratada como ésta. El anuncio del presidente del Principado de oponerse de manera contundente a la antigualla del ancho Renfe confirma, una vez más, el cambio de rumbo; sencillamente, no se va a tolerar ninguna marginación, porque, a diferencia de los demás, a Foro Asturias no le marca la pauta Madrid ni, por tanto, somos cromo a cambiar en el escenario de los intereses nacionales de ningún partido. Las asturianas y asturianos lo saben; por eso, la reivindicación innegociable de nuestra región ha comenzado a molestar, porque si Francisco Álvarez-Cascos no tiene más prioridad que Asturias, en el entendimiento de que esa prioridad ineludiblemente fortalece y refuerza a España, los demás, como se ha visto, tienen las manos atadas por, en palabras de Isidro Martínez Oblanca, «las grandes apisonadoras» que son los aparatos de los partidos nacionales. Por ello, es imprescindible alzar la voz de Asturias para que suene en Madrid con fuerza, sin limitación partidaria en cuanto a la defensa de nuestros intereses se refiere.
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