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IDOYA REY oviedo.co@elcomercio.es
Domingo, 24 de julio 2011, 12:52
Cuesta imaginar la majestuosidad de los interiores del palacio de Olloniego que aún hoy describen sus vecinos. En lugar de los enormes salones donde el pueblo hacía parte de su vida, solo quedan árboles y maleza. Es la vegetación que ha crecido desde el abandono. Hace 15 años, el Ayuntamiento inició la expropiación del Conjunto Histórico Monumental, un proceso que en realidad se remonta a 1954. El litigio con algunos errores formales y varios recursos judiciales se ha alargado hasta la pasada semana, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Asturias resolvió el último requerimiento de las partes: el Consistorio no pagará más de 4,6 millones de euros por la expropiación.
Es un poco tarde para el edificio con apenas las paredes y unas pocas vigas en pie. Aunque la localidad espera ahora que el monumento recupere su esplendor y, sobre todo, «que cuenten con nosotros para los futuros uso», ¿qué prefieren quienes viven en Olloniego?Hace años, cuando el Ayuntamiento se interesó con tesón, parecía que el proceso por el conjunto monumental iba a ser de fácil resolución. Se habló ya por aquel entonces de la posibilidad de instalar un Parador Nacional en los terrenos del palacio, la torre y el puente medieval. El concejal de Urbanismo, Alberto Mortera, no descarta esa posibilidad para un cercano futuro que también ha quedado grabada en el tuétano de los residentes de Olloniego.
Luis Michelón es el alcalde de barrio desde 1998, así que le tocó dar la cara durante todo el proceso. «Lo del negocio de hostelería se habló, aunque en ese terreno tan grande podrían hacerse muchas cosas. A mí, personalmente, me gustaría que lo rehabilitaran e hicieran un museo. Una sala cultural», defiende mientras el resto de clientes de un chigre de la localidad asienten.
Quizás la elección de Michelón responde a su infancia, al orgullo por su pueblo y por el centenario monumento que le inculcaron desde niño. «El puente no tiene nada que envidiarle al de Covadonga. Es historia», apunta.
La primera referencia documental de su existencia se remonta al año 1145, cuando Alfonso VII donó al monasterio de San Pelayo «la tercera parte del portazgo de Olloniego». La Catedral y el monasterio de Santa María de la Vega se llevaban las otras dos partes. No obstante, la tradición ha atribuido el puente de San Pelayo a época romana, cuando se sitúa también la explotación de minas de cobre.
Lo cierto es que durante siglos fue una zona de paso obligada entre cuantos querían llegar desde Castilla al centro de Asturias, tanto para comerciantes y artesanos, como para los peregrinos que se dirigían a San Salvador y a Santiago de Compostela.
Esa ubicuidad en la ruta comercial responde a la pregunta que a día de hoy se hace Antonio Losa García, conocido como 'Tontxo': «¿Por qué un puente que era de paso tiene dueño? ¿Por qué tiene que pagar el Ayuntamiento por algo que es de todos?», cuestiona.
El puente ha sido a lo largo de la historia objeto de un intento de control. No en vano, la Torre de Muñiz, parte del conjunto monumental, se edificó en el siglo XIV para vigilar el puente, donde se cobraba por el paso. La torre, de estructura redonda, fue un enclave fundamental dentro de la red de fortificaciones asturianas, según se recoge en la obra 'El Antiguo concejo de Tudela, apuntes históricos'.
De palacio a campo de fútbol
La pieza que completa el conjunto protegido es el palacio de los Quirós. En el siglo XV tanto el puente como la torre pasan a manos de Bernardo de Miranda, cuyo hijo ya en el XVI edificaría la casa adosada con «una torre cuadrada, una fachada con portada de grandes dovelas y tres ventanas». Son los vestigios del palacio que permaneció habitado hasta los años 50 del pasado siglo.
Los últimos residentes que recuerdan en Olloniego fueron Saturno y Covadonga, que se encargaban del mantenimiento de los terrenos aledaños y el propio inmueble. «Porque el marqués del Regueral, que es el dueño, no viene por aquí ni por casualidad. Los dueños fueron quienes lo dejaron en ruinas y ahora son quienes van a cobrar», recriminan los vecinos. En realidad, la mayor parte de los terrenos no pertenecen ya al marqués sino a la empresa Cerobri S. L.
«A mí me da igual de quien sea. Lo único que me gustaría es que se arreglase el palacio y que hicieran lo que hicieran, dejaran un salón de actos para que pudiéramos usarlo los vecinos», reclama Jorge Noval, presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas de Olloniego. Porque cuando los últimos moradores de la casa se fueron, eran los vecinos quienes se encargaban de mantener con vida al monumento histórico. «Para que quien no lo vio se haga una idea, los salones eran tan grandes que de niños jugábamos allí al fútbol», cuenta Noval. Y no solo eso. También era lugar de cortejos y bailes. Graciano Díaz, concejal de la ciudad hasta 1979, narra que cada fin de año en el palacio se organizaba una fiesta muy concurrida. Díaz recuerda el jolgorio y añade: «En todas las casas de Olloniego hay fotos del conjunto monumental. Somos conscientes de que tiene cientos de años y queremos que cuenten con nosotros. A mí el Parador Nacional me parece una buena idea pero siembre respetando todos los metros cuadrados», continúa. En total, son unos 34.000.
Columnas enterradas
El conjunto monumental que fue declarado como Bien de Interés Cultural en 1991 se completaba con la iglesia de San Pelayo. A principios del siglo pasado estaba intacta. Ahora sólo queda en pie un ábside románico, que forma parte de la capilla del cementerio de Olloniego. Una de las peores épocas para el conjunto, narra Díaz, fue la Guerra Civil «cuando una unidad de Los Regulares ocupó durante mucho tiempo el palacio y lo dejaron destrozado».
Ya con anterioridad tuvo que enfrentarse a otro tipo de avatares. En 1676, una gran riada cambió el cauce del río Nalón, obligando al arquitecto Manuel Reguera a construir otro puente. Inicialmente el de San Pelayo sumaba cinco arcos y bóvedas. Ahora sólo quedan tres.
Insisten los vecinos en que desde que ellos tienen memoria sólo se ha realizado una rehabilitación, por otro lado bastante malograda. Fue hace unos 15 años, «cuando el Ayuntamiento se interesó por el conjunto. Hicieron algo, pero pusieron una tejas modernas que no debían estar ahí y que ya hay que reponer de nuevo». Según Díaz, durante esa rehabilitación se enterraron unas columnas de un pórtico en algún sitio de la finca. «Fue para que no las robarán. Ahora el Ayuntamiento tendrá que consultar a los arquitectos», apunta Díaz.
Porque durante todo el litigio de la expropiación no se ha podido «ni tocar» el conjunto monumental. Incluso el polideportivo se ha quedado a medias. Una esquina de la instalación deportiva ocupaba parte del terreno objeto del pleito, «así que sólo se pudieron poner unas vigas». «También había un hórreo que ya no está», apunta Michelón. «Y otro puente del siglo XVIII que fue demolido cuando se realizó la autovía. No queremos otra vez lo mismo», concluyen.
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