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J. F. GALÁN
Miércoles, 29 de junio 2011, 04:39
Aunque suene extraño, Bolivia es un país mediterráneo. Quiere decir que está rodeado de tierra, que no tiene mar, pero sí Armada, un pequeña fuerza naval que actúa en los grandes ríos que surcan el país, como el Amazonas y el Paraná, y en el lago Titicaca. Ayer, su comandante general, el almirante Hugo Gonzalo Contreras, estuvo en Salinas, acompañado, entre otros, por el delegado de Defensa de la Embajada en España, coronel Luis Aríñez.
Acudieron a recoger uno de los dos premios Pergamino, concedido por la Asociación Amigos del Museo de Anclas Philippe Cousteau. El otro galardón distinguió al general de división del Cuerpo de la Armada Antonio Zúñiga, ya retirado, y ex interventor general del Ministerio de Defensa, en reconocimiento a «su ardua labor en la difusión y preservación de la cultura marinera», según reza el fallo.
Zúñiga también acudió personalmente a recoger su pergamino, un pergamino pasado por agua. La pertinaz lluvia obligó a celebrar el acto al amparo del pequeño arco situado a la entrada del Museo de Anclas Philippe Cousteau. La fecha no se escogió al azar. Coincide con la del aniversario del fallecimiento del universal oceanógrafo francés.
Zúñiga agradeció el premio y añoró la figura del difunto Agustín Santarúa, el creador del museo, «una iniciativa extraordinaria», manifestó. Contreras, el almirante de la Armada de Bolivia, se deshizo en elogios. «Este premio es un reconocimiento para nuestra Fuerza Naval. Son pocos los países que conocen su existencia y España es uno de ellos», manifestó.
Bolivia no tiene mar, pero no renuncia a tenerlo. Tal pretensión, «un mandato constitucional y un derecho irrenunciable», matizó el comandante general de la Armada, le ha llevado a mantener conflictos, incluso armados, con sus vecinos del oeste, Perú, y sobremanera con Chile. Ahora corren otros tiempos. Bolivia y Perú han alcanzado un acuerdo para crear Boliviamar, en la localidad peruana de Ilo, en el Pacífico, la puerta al mar que tanto ansía el país del altiplano. «Aún queda camino, pero será un puerto de soberanía boliviana», manifestó, orgulloso, el almirante Conteras.
La pertinaz lluvia y la insuficiente protección que ofrece el pequeño arco de entrada al museo no fue obstáculo para que don Rafael, el párroco de Salinas, cumpliese su cometido. Rezó un Padrenuestro y una Salve antes de realizar una ofrenda floral y proceder, finalmente, a la entrega de los pergaminos.
Entre los presentes, estaban Juan Manuel Beceiro, comandante de Marina de Gijón, José Antonio Rivas, brigada del cuartel de la Guardia Civil de La Castañalona, Ramón Cesáreo Álvarez y Manuel Ángel López Tamargo, concejales, respectivamente, del PP y de Foro, únicos representantes del Ayuntamiento, y Aquiles Tuero, promotor artístico y cultural de gran proyección internacional, amigo personal del general Zúñiga, del difunto Santarúa y según confesó, «amante de este maravilloso y único museo».
Juan Manuel Cuervo, presidente de la Asociación de Amigos del Museo de Anclas Philippe Cousteau, ejerció de maestro de ceremonias. «Aportar nuestro pequeño grano de Arena a dar a conocer la Armada de Bolivia es un gran honor», manifestó. También aludió al estado de museo, «desatendido municipalmente», dijo. Tras los pergaminos, la comitiva paseó por Salinas para después visitar el Centro Niemeyer.
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