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MARIFÉ ANTUÑA
Sábado, 11 de junio 2011, 05:29
Tiene una mirada limpia. Quizá sea esa la razón por la que mira, dialoga, enfoca y dispara con el tino de los más grandes. Alberto García-Alix (León, 1956) es algo más que un Premio Nacional de Fotografía, mucho más que el personaje que se oculta bajo los tatuajes, las motos y los vicios, más incluso que el fotógrafo que ha trascendido en blanco y negro y en negativo todas las fronteras para instalarse en galerías de museos de París, Moscú o México. García-Alix es el tipo duro que no es tan duro, que habla lento y pausado con voz cascada, que filosofa y se dispersa, que se enamora de la luz en cada momento. El jueves llegó a Gijón. En moto, por supuesto, desde Madrid, para dirigir un taller de los Encuentros Fotográficos de Gijón y para quedarse después y continuar su trabajo pendiente: fotografiar Asturias. La Fundación María Cristina Masaveu ha puesto en sus ojos y su cámara de formato medio esa misión en el marco del proyecto 'Miradas', que reúne a prestigiosos fotógrafos para crear un nuevo fondo documental de imágenes del Principado. Esta entrevista se realizó el jueves, recién llegado. En el camino hacia un té y una charla, unas cuantas paradas para mirar, dialogar, enfocar y disparar a Asturias. Hay luz y hay que aprovecharla. Y él es un tipo libre. Libre gracias a la fotografía.
-Permítame una curiosidad, ¿usted tiene cámara de fotos en el móvil?
-No. Bueno, hay cámara, pero nunca he hecho una foto. En cuanto vi que no tenía ninguna poesía, la olvidé. De hecho, me molesta que haya una cámara en el móvil, me ofende.
-En primer lugar hábleme del proyecto 'Miradas' que está realizando en Asturias para la Fundación María Cristina Masaveu.
-Es un proyecto que todavía no está terminado, está en ejecución. A mí me gusta mucho, porque tengo toda la libertad del mundo para ver Asturias como quiera.
-¿Y cómo va la cosa?
-¡Cuándo me levanto me parece los Cárpatos! (Risas) Me encanta. Es un paisaje para soñar.
-¿Pero está trabajando en el paisaje, en el paisanaje...?
-No sé lo que hago. Cuando el trabajo esté terminado y las fotos escogidas, tendrán su propio discurso, cómo veo yo lo que me rodea.
-O sea, que no tiene ningún plan preconcebido. Ya ha estado haciendo fotos en Oviedo, Gijón, Avilés y la cuenca minera. ¿Algo que le haya sorprendido?
-Me llama todo la atención cuando resuena en mi cabeza, cuando lo que miro resuena.
-¿Las fotos resuenan?
-Bueno, hay resonancias. Sí. Es una manera de hablarme a mí mismo con la imagen. Hablo de una casa perdida en este paisaje, colgada en la cuenca minera, de la ropa tendida... Hay resonancias que me vienen a la mente.
-¿Será la Asturias de Alberto García-Alix diferente?
-Pues no lo sé. Será la Asturias donde yo deposité mi mirada. Igual... ¡Puede ser Tailandia (carcajadas)!
-¿Es Asturias fotogénica?
-Es muy fotogénica. Hoy (el jueves) venía en la moto y estaba nublado, lloviendo, con niebla... Y hay una luz increíble.
-Además de a fotografiar Asturias, está en Gijón en los Encuentros Fotográficos. ¿Es más difícil enseñar a hacer fotos o hacer fotos?
-A mí me gusta más hacer fotos. Me entrego, pero de ahí a que me guste enseñar. Es un esfuerzo muy grande para mí. No llevo ningún plan preconcebido en los cursos, yo soy un soñador de fotografías, ¿sabes?
-O sea, que no es lo suyo.
-Me somete a una gran tensión. Intento darme, pero es agotador muchas veces. Yo puedo enseñar cómo miro, cómo se puede mirar.
-¿Se enseñar a mirar?
-Sí, se puede enseñar a ver. Más que enseñar a ver, se puede encauzar la manera en la que debemos mirar por cámara. Pero a mí me gusta que los cursos sean muy libres.
-¿Fue muy difícil para usted aprender a mirar?
-¡Uff, treinta y tantos años llevo!
-¿Y todavía no ha aprendido?
-He aprendido a monologar con lo que miro. Cuando estoy mirando hablo con lo que estoy mirando.
-¿La fotografía es un monólogo?
-Para mí el acto de mirar es un monólogo. Cuando miro a través de la cámara hago un monólogo: me pregunto cómo lo veo, qué me dice, qué me hace soñar...
-¿Cuánto tiene el arte de empeño y cuánto de inspiración?
-Yo no soy de hacer fotos porque las tengo que hacer. Coger la cámara necesita una predisposición. La cámara te obliga a mirar, a dialogar con lo que ves. No en todo momento estamos dispuestos a coger una cámara. Cuando la coges te predispones a detener la mirada y entablas ese monólogo.
-Le voy a dar una definición de la RAE de fotografía: «Arte de fijar y reproducir por medio de reacciones químicas, en superficies convenientemente preparadas, las imágenes recogidas en el fondo de una cámara oscura». Me da su definición.
-Está bien, está bien esa... Pero, para mí, hay algo más. Es el espacio donde inventarme.
-¿Es difícil escoger ese espacio?
-Tienes que entender el porqué. ¿Por qué disparo?
-¿Y por qué?
-¿Ah? Eso ya forma parte del monólogo que hacen todos los fotógrafos. ¿Por qué hago esta foto? ¿Por qué decido mirar aquí?
-«La fotografía siempre es pasado, una vez que has apretado el botón del disparador ya no somos como somos, somo como éramos. Vamos cambiando». La frase es suya. ¿Cómo han cambiado sus fotos?
-Mis fotos han cambiado al ritmo que cambio yo.
-¿Con qué ojos mira las fotos del pasado?
-He evolucionado. Con los años te haces más abstracto, más intencionado. La intencionalidad es el alma de la fotografía, uno de los grandes motores es la intención para hacer algo. Es todo.
-¿Cuándo se es joven hay menos intención?
-Antes tenía menos intención no porque fuera joven, sino porque sabía menos. También había esa intención, porque si no no habría foto, pero hoy día creo que soy más sabio con la cámara. Me siento más libre, pero también me pesa más la cámara. He hecho muchas fotos (risas).
-¿No se cansa nunca?
-De momento no. Yo me lo tomo como un juego.
-¿Y cómo se imagina las fotos que están por venir?
-No me imagino. A veces temo que todo es un 'deja vue', la imagen en mi cabeza, pero eso ya son locuras propias.
-Acaba de venir de México, ¿en qué anda metido por allí?
-Tuve una exposición en una galería y presenté el vídeo que hice para el Reina Sofía en el Centro Cultural de España. Fantástico. Gustó muchísimo.
-Iba a preguntarle por su experiencia con los vídeos. Empezó a hacerlos después de que en 2003 emigrara a París para curarse de su hepatitis C. ¿Esos 'Tres tristes vídeos' sí fueron unos grandes autorretratos?
-Sí, pero también era una manera de hacer una obra. Fue un experimento que me gustó. Siempre me había gustado la narración. Ya en los ochenta había hecho algún corto. Lo que más me cuesta es la palabra, los guiones. No es fácil construir una historia, una narración que se sostenga.
-¿Habrá más vídeos?
-Espero, me gustaría volver a escribir textos.
-¿Eso cuesta más que mirar?
-Duele más que mirar.
-También porque esos vídeos le sirvieron para echar fuera muchos demonios después de aquel tratamiento, era algo muy personal.
-Pero es que yo no sé hacer nada que no me desnude en ello. Y luego escribir es una disciplina dura y yo no soy escritor. En ocasiones me siento por las noches y escribo. A veces tomo un camino equivocado, lo rompo y una semana después recomienzo, me odio y me desespero. Pero, poco a poco...
-Volvamos con la fotografía. Su obra es sinónimo de blanco y negro y de retrato. ¿Por qué el blanco y negro y por qué el retrato?
-Aprendí en blanco y negro. Me gustó esa cocina y ahí me quedé. Era el color de un fragmento de sueño. ¿Soñamos en blanco y negro? ¿No?
-No me diga, yo nunca me acuerdo.
-Yo sí, pero no veo los colores nítidos.
-¿Nunca echa de menos el color?
-Sí, claro. A veces piensas 'esta foto en color sería la polla'. Pero, bueno... Además, si hiciera color debería aprender a ver en color, cómo es el color que me gusta, qué color tiene la vida. A lo mejor soy daltónico con la cámara (carcajadas).
-Le doy otra definición de la RAE. Retrato: «Descripción de la figura o carácter, o sea de las cualidades físicas o morales de una persona». ¿Su definición?
-Ah, yo miro la máscara.
-¿Cuánto tiene de juego de complicidades?
-Tiene mucho. Primero la otra persona me debe conceder que le haga una foto. Es una terreno muy corto. Hay una complicidad. Un retrato es un encuentro, lleva un tiempo. Tienes que hablar con la persona, tener una relación. Yo no voy por la calle y paro a alguien y le digo 'ven que te voy a hacer un retrato'. Eso puede pasar una vez de mil fotos.
-Enfocar, disparar y luego revelar y positivar. ¿Dónde hay más arte?
-En la mirada, lo otro es un proceso de cocina como preparar una ensalada. Sí es importante el positivado, ahí le puedes aportar más. Pero lo que yo quiero reproducir es lo que vi. Hay creatividad en el laboratorio, es lo que da el toque final, pero es la mirada la que despierta la emoción.
-Ya sé que le cuestan las palabras. Pero póngale algunas palabras a sus fotos.
-¡Qué desastre!
-A mí sus fotos me producen cierta melancolía. ¿A usted? ¿Qué pasa cuándo ve esas fotos antiguas de personajes famosos?
-Yo nunca he fotografiado a personajes muy famosos. Veo cómo he ido evolucionando yo, veo cómo miraba antes.
-¿Ha cambiado mucho esa mirada?
-Algo he aprendido. Pero aprendes y pierdes otras cosas.
-¿Qué ha perdido?
-El tiempo ya no volverá. Soy otra persona.
-¿Por qué no le gusta nada eso de que le asocien con la movida?
-No es que me moleste, es que yo no fotografié la movida. Fotografié gente del entorno más propio, nunca tuve una intención documental. Ya quisiera yo. Joder, si ahora me diera cuenta de un momento así, aprovechaba... (Carcajadas)
-Aparte de retratar Asturias, ¿en qué más anda metido?
-Ahora me voy a exponer a Rusia, al Museo de la Fotografía de Moscú, después una exposición en Oaxaca lo más seguro. Y luego me imagino que me sentaré a preparar alguna obra. Y como tengo que comer, pues haré alguna exposición.
-¿Se imaginaba allá por los ochenta que iba a llegar a exponer en Moscú? ¿En el Reina Sofía? ¿En medio mundo?
-Yo me imaginaba ir al cielo (risas). Nunca imaginé nada. Ahora mismo me siento un privilegiado, no solo por exponer en el Reina, porque mi obra sea conocida en todo el mundo, sino porque la fotografía me ha dado la libertad. Soy libre en mi trabajo. Hago lo que quiero y como quiero.
-Y sigue disfrutando.
-Yo siempre disfruto, aunque luego la procesión va por dentro. Porque uno siempre quiere más de sí mismo... A mí lo que me ha dado la fotografía es sentir esa pulsión de la creatividad. Cuando empecé no la sentía, y poco a poco se fue despertando. La cámara me hacía poderoso. Nadie me decía lo que debía mirar, yo decidía lo que quería ver.
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