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José Luis Temes, n una imagen reciente.:: JESÚS DÍAZ
Ramón Garay, la vuelta del clásico
Cultura

Ramón Garay, la vuelta del clásico

José Luis Termes dirige la grabación del avilesino, que fue maestro de capilla de Jaén Se editan las sinfonías del maestro asturiano, contemporáneo de Haydn y Mozart

CÉSAR COCA

Domingo, 29 de mayo 2011, 04:45

Ramón Garay (Avilés, 1761; Jaén, 1823) fue maestro de capilla en la catedral de Jaén durante 36 años. En ese tiempo, compuso todo tipo de obras ligadas a la liturgia. Piezas que se estrenaban con puntualidad en el templo mayor de la ciudad. También escribió sinfonías. De éstas, nunca escuchó ni una nota. Pese a ello, compuso diez, una tras otra, que fueron a parar a un cajón. Partituras en las que experimentó con los avances que otros músicos de su tiempo, como Mozart, iban logrando. Ahora, transcurridos dos siglos, esas diez sinfonías se han convertido por fin en sonido real. La Orquesta de Córdoba dirigida por José Luis Temes ha grabado las diez sinfonías en un álbum editado por la Fundación BBVA y el sello Verso. Un acto de justicia, aunque llegue con tanto retraso.

La biografía de Garay es la de un modesto músico de capilla. Hijo del organista de la colegiata de Covadonga, a los 18 años era cantor en la capilla de la catedral de Oviedo. Tras un breve paso por Madrid, se dirigió a Jaén donde pronto accedió al cargo de maestro de capilla de la catedral. Allí estuvo hasta su muerte, ocupando una posición muy discreta en lo social y entregado a su trabajo en cuerpo y alma, como prueba su enorme catálogo, que reúne unas 300 obras. También impartía clases y dirigía e interpretaba sus propias composiciones y las de otros músicos.

Pese a que la música religiosa le absorbía casi por completo, Garay se interesó por los trabajos de otros músicos y por las innovaciones que se iban dando en géneros que, en principio, eran ajenos a su tarea. Durante su paso por Madrid, recuerda José Luis Temes, entró en contacto con la capilla de los condes de Benavente, que estaba suscrita a las obras de Mozart. Es a través de su intermediación como Garay conoció, por ejemplo, el uso del clarinete en las obras orquestales del salzburgués. Conoció y copió, porque se encuentra también en esas sinfonías que escribía sin desmayo, a sabiendas de que no iba a escucharlas nunca, como escribiendo para la posteridad o quizá para el olvido.

¿Cómo es la obra sinfónica de Garay? «Es como el primer Haydn», responde Temes. «Sus partituras se instalan en el tránsito entre el final del barroco y el principio del clasicismo». A su juicio, debe valorarse de manera muy especial cómo un compositor que no escuchó nunca ninguna de sus sinfonías pudo evolucionar en este género. «La diferencia entre Haydn y Garay es que el primero progresó hasta un nivel de calidad altísimo, y el segundo no». En parte, porque el asturiano no tenía el genio de Haydn, pero en parte también porque este tuvo la oportunidad de escuchar sus obras y trabajar sobre el sonido para conseguir avances tanto en la estructura de las obras como en el lenguaje.

Esa singularidad de Garay se une a otra: en la historia de la música española hay muy pocos autores de obras de este tipo. Los grandes de ese campo han escrito partituras de gran calidad para el piano, la voz o la guitarra, pero muy pocas sinfonías. «La razón fundamental está en el gran éxito de la zarzuela. Bretón y Chapí, por ejemplo, podían haber sido grandes sinfonistas, pero escribieron pocas obras de ese género porque se volcaron en la zarzuela», explica Temes.

Ahora, este parte oculta del catálogo de Garay sale a la luz gracias al trabajo de Temes y al de Pedro Jiménez Cavallé. Grabación y publicación son dos acontecimientos de enorme trascendencia en la música española por lo que suponen de recuperación de un patrimonio olvidado. Otros autores, lo recuerda Temes, lo están esperando. Aunque sea desde la tumba.

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