Requiem incendiario

Atemoriza el día del Juicio Final, el 'Dies Irae', tal como, siguiendo a Verdi, nos lo pintaron la Orquesta y Coro del Teatro Regio de Turín bajo la dirección de Gianandrea Noseda. Indudablemente, en la partitura del 'Requiem de Verdi' hay una teatralidad de raíz que se proyecta en efectos expresivos, desde las trompetas 'en lontananza' a los brutales y ensordecedores contrastes de dinámica en el coro y la orquesta. Sin embargo, a veces esa teatralidad no se queda en un mero decorado sonoro sino que nos envuelve y arrastra hacia honduras expresivas y variedades emocionales. Ese fue el caso del Requiem de Verdi que el sábado escuchamos en el Auditorio. Una versión efectista pero que transciende los propios efectos hacia una musicalidad arrebatadora.

Requiem de contrastes en varios sentidos. Contraste entre pasajes cantados con una simplicidad popular e íntima, por ejemplo en el Agnus, y los gruesos brochazos, sonoros del Dies Irae. Contrastes entre pasajes a capella homofónicos y tersas fugas en las que el las cuerdas del coro se tensan sin romper el equilibrio. Contraste entre un susurro en forma de plegaria y un grito como una súplica desesperada. Todo ello apoyado por una orquesta flexible y contundente, un coro con una cuerda de bajos prodigiosa, y una firme actuación de los solistas. Aksenov, el tenor, en algunos pasajes forzado en los agudos, que tendía a oscurecer. El barítono ruso Ildar Adbrazakov, imponente tanto en la belleza y homogeneidad del timbre como en la potencia. Su Confutatis fue una maravilla. Gustó la mezzosoprano Daniella Barcellona, con seguridad en los registros medios y graves y entusiasmo la soprano Tamar Iveri, timbre delicado pero de fuertes tintes expresivos, que culminó su actuación con un 'Liberame' sobrecogedor.